Ir al contenido principal
HISTORIA DE LAS FORTIFICACIONES DE SAN SEBASTIAN OLAVIDE—ALBARELLOS—VIGON BREVE NOTA HISTORICA Alos 43 º 19´ latitud N, Iº 42´ longitud E. de Madrid, población de unos 30.000 habitantes con muy poca agricultura y bastante industria, teniendo en la pesca un elemento grande de riqueza y otro no menor en la playa de baños. Situada a orillas del mar, el fondo del Golfo de Vizcaya, se extiende al pie del Monte Urgull, llamado también Castillo, por el de la Mota o Santa Cruz de la Mota que lo corona, encontrándose entre la desembocadura del Urumea al E. y la Concha al O. pequeña bahía de este nombre con costa baja que penetra un kilómetro al interior y tiene profundidades en baja mar de 5 a 9 metros, que no hace un buen fondeadero ni está bien defendida de vientos del N. E. a N. O. que son los de los temporales grandes; al pie del monte Urgull tiene un pequeño puerto con dos muelles y dos contramuelles, empezado a construir en tiempo de Juan II, 1450. Incendiada y destruía en 1813 dio señales de reconstruirse en 1814 y decretado el derribo de sus murallas en 1862, se empezó a formar una nueva y hermosa población entre el Boulevard y la Avenida de la Libertad, sitio de sus antiguas fortificaciones, continuando después en rápido e inconcebible desarrollo con hermosos edificios públicos, elegantes casas particulares, y rectas, limpias y bien pavimentadas calles. SU HISTORIA Los terribles incendios y saqueos que ha sufrido han borrado gran parte de su historia. Algunos suponen la Easo-Olarso citada en documentos romanos y a estos atribuyen la construcción del castillo; la imaginación de obras les lleva a señalar 6.000 años a sus habitantes y 2.000 a. J.C. a sus primeras obras de defensa; es indudable que en época muy remota, que se supone sea la invasión agarena, en la cual constituyó el postrer asilo de la independencia española, se fundó un monasterio bajo la advocación de San Sebastián, nombre que después tomó la población, que en el siglo IX era ya conocida con el nombre de Izurun “tres entradas” y en 980 y 1014 se llamaba San Sebastián y tenía sus parroquias de San Vicente y Santa María, completamente renovadas en los siglos XVI y XVIII. Fue donada al Monasterio de Layre por Don Sancho el Mayor de Navarra, donación confirmada por Don Pedro Ramírez en 1.100; en el año 1200 tomó posesión de San Sebastián, Alfonso VIII de Castilla, confirmándole el fuero que le concedió Sancho el Sabio de Navarra en 1180. En 1247 con sus naves al mando del burgalés Ramón Bonifaz contribuyó a la conquista de Sevilla y también al sitio de Algeciras en 1342. Después de los incendios que sufrió en 1278-1338-1361, entró en ella en 1366 Don Pedro de Castilla, con 22 navíos huyendo de la Coruña; y en 1374-76 se le concedieron los derechos de peaje, para poder responder a su último incendio y otras mercedes “por ser la mejor villa que tenía en Guipuzcoa y convenía estuviese guarnecida con armas y tropa”; y tanto estos como sus antiguos fueros se confirmaron repetidas veces por los reyes de Castilla desde Don Alfonso VIII en Burgos en 16 de agosto de 1202 a Felipe III en Madrid en 2 de Junio de 1616. En su recinto se congregó la provincia para reprimir las discordias entre oñacinos y gamboinos, y se aprobaron sus concordias con Hernani en 1380. En 1397 y 1430 hubo que lamentar nuevos incendios, los Reyes Católicos confirmaron sus privilegios. Al tomar Galicia el partido de D. Alfonso V de Portugal se armó un buen número de bajeles que contribuyó a la rendición de Pontevedra, Vivero y Bayona (*), años más tarde, 1476, fue acometida por un ejército francés con 40.000 hombres mandados por Amant de Labrit y en 1512 fue sitiada por otro, compuesto por 15.000 infantes y 500 caballos; dirigidos por Juan de Aragón, nieto de los Reyes Católicos, sus habitantes incendiaron 166 casas de los arrabales y se levantó el sitio a las 48 horas; había sufrido otro incendio en 1489 del cual solo se salvaron tres casas torres, la del preboste Miguel Martínez de Engomez, la del bachiller Juan Sánchez de Elduayen y la de Miguel Pérez de Oyanguren, a consecuencia de lo cual se ordenó que en adelante se construyeran sus casas de piedra, en vez de hacerlas de madera. En 1522 se le concedió el título de “noble y leal” y tres años después estuvo en ella Francisco I, prisionero de la batalla de Pavía, custodiado por el Rey de Nápoles. Contribuyó en 1558 a la jornada de San Juan de Luz y a las empresas de Felipe II con sus marinos a la orden de Don Miguel de Oquendo. Una terrible peste la redujo al último extremo en 1597 y Felipe III confirmó sus privilegios declarando “cuanto convenía conservar esta plaza en su entero ser y estado”. En 1638 después de contribuir a levantar el sitio de Fuenterrabía también lo hizo para batir la armada francesa, habiendo sufrido otro incendio en 1630 de 120 casas. En 1639 temiendo los habitantes una nueva embestida de los franceses emprendieron la reparación de sus fortificaciones, sin que los más pobres quisieran admitir jornal alguno. En 1652 se armó en San Sebastián una escuadra de dieciséis naves enviadas a Burdeos por Felipe IV, y los desposorios de María Teresa, con Luis XIV se celebraron en esta villa concediéndosele por sus obsequios el título de Ciudad en 1662, y diez años después, el dictado de “muy noble y muy leal” (*) Con estos bajeles salió de San Sebastián una expedición de vascos, que demostró con su arrojo y valentía su lealtad a los Reyes Católicos. Al regreso de la misma se trajeron a la Ciudad como trofeo, dos piezas de artillería tomadas al enemigo; una de ellas, de enorme tamaño, que disparaba bolaños de 174 libras de peso y que, era igual a otra que 20 años antes había intervenido en la toma de Constantinopla, derribando sus murallas.. Un ejército francés de 20.000 hombres invadió en 1719 y otro embarcado en navíos ingleses bloqueó la costa. Fue sitiada la plaza por el Duque de Berwick y el 29 de Julio inútilmente asaltada, capitulando honrosamente. En 1794 rindiose a Moncey y estuvo en poder de los franceses hasta la paz de Basilea, siendo procesadas y condenadas en Consejo de Guerra algunas de las autoridades y vecinos, si bien les absolvió después el Supremo. No escapó de las desdichas de toda la nación en la guerra de la Independencia; en 1808 cayó como otras muchas en poder de los franceses, en cuyo poder permaneció hasta 1813 que fue recuperada por el ejército aliado. El 28 de Junio de dicho año empezó su sitio; el 17 de Julio se tomó el convento de San Bartolomé por las tropas mandadas por el General Graham, el 25 se intentó el asalto y fue rechazado; el 26 de Agosto se tomó la Isla de Santa Clara y el 31 la ciudad, siendo incendiada, saqueada y tratada brutal y ferozmente, quedando solo 36 de las 600 casas que la constituían; el 8 de Septiembre rindiose el Castillo de la Mota y en el mismo día unos amantes de la ciudad e ilustres varones, reunidos en Zubieta decidieron su reedificación. Bloqueada en 9 de Abril de 1823 y ocupada por el ejército francés en 3 de octubre, no fue ajena a las accidentadas guerras civiles sostenidas principalmente en las provincias vascongadas, Navarra y Cataluña, permaneciendo bloqueada seis meses en 1835 y 36. El 29 de Abril de 1863 se concedió autorización para derribar las murallas operación que se empezó el 5 de Mayo y sobre las antiguas ruinas se construyó una ciudad encantadora, orgullo de propios y admiración de extraños que ostenta en su escudo. “Ganadas por Fidelidad Nobleza y Lealtad-Muy Noble y Muy Leal Ciudad de San Sebastián” LA HISTORIA DE SUS FORTIFICACIONES Según las ideas generalmente admitidas y una de sus más completas descripciones de fines del siglo XVIII, en el XII se habían empezado a levantar cercas, torres y murallas alrededor de la Villa, siguiendo en su forma y organización las construcciones de otras parte y las ideas de la época, atribuyéndose sus primeras fortificaciones a Don Sancho el Fuerte de Navarra y por tanto posteriores a 1174. Años después, 1194 se construyó el Castillo de la Mota. Alfonso VIII aumentó estas fortificaciones y empezó a circunvalar el Castillo adelantándose después las cercas hasta el sitio de las murallas y Don Fernando IV, Alfonso XI, Enrique II, Juan I, Enrique III y Juan II, 1295 a 1406, cedieron tres mil maravedises de 10 dineros, al año, para conservación de su muro y Guardamar; y ya en 13 de Abril de 1376 decía Don Enrique II desde Sevilla, había que atender a la ciudad “por quanto la Villa de San Sebastián es la mejor villa que nos avemos en nuestro señorío de Guipúzcoa” y convenía estuviese bien provista de armas. De sus antiguas murallas eran varias torres y casas fuertes, la del Campanario, torreones de Puyuelo, Plaza vieja etc., y muy pronto en ellas se apoyaron las casas de los vecinos. En las ordenanzas de la ciudad de 1415 se daban una porción de disposiciones a ellas referentes, no entrar ni salir por encima de la cerca ni por las ventanas ni con cuerdas, etc., etc. Tenían estas murallas siete puertas, y la ciudad el privilegio de cerrarlas que hacían por turno entre los alcaldes y con toda formalidad, privilegio que existía en 1415, que dio lugar a discusiones diversas con las autoridades militares y que se conservó con más o menos modificaciones hasta que fue ocupada por los franceses a finales del siglo XVIII. Se formalizó a fines del siglo XV la circunvalación del Castillo hasta el sitio de las murallas; y en tiempos de los Reyes Católicos se aumentaron mucho sus fortificaciones, como también lo hizo la ciudad concediéndose imposición de derechos sobre las mercancías, hierro, paños, pescados, etc., para perfeccionar sus lienzos con baluartes. Ya en 1477 decía el Ayuntamiento que por causa de la guerra con Francia había hecho muchos gastos en torrear y fortificar el pueblo y hacer a su alrededor baluartes y cercas con sus almenas, para lo cual se le concedió arancel sobre sus productos y 64.000 maravedises sobre alcabalas en 1514 según unos, en 1477 según otros, diferencia de cómputos por años o eras probablemente. Después de las obras primitivas hechas por Don Sancho el Fuerte, no se modificó realmente su sistema de obras de defensa hasta emprendidas en la época de los Reyes Católicos, según trazas de aquel Gran Conde e insigne ingeniero inventor de las minas, Don Pedro Navarro, que continuaron hasta 1542 bajo la dirección de Gabriel Tadino, Diego de Vera y Don Luis Piteano en los últimos años en que se hizo el lienzo oriental o de la Zurriola, por orden del emperador desde Monzón, siendo Capitán General de Guipuzcoa Don Sancho de Leyba. Para estas nuevas obras cuya rápida construcción se ordenó a consecuencia del asedio puesto por los franceses en 1512, dio el pueblo desde el año 1516, 150.000 ducados, compró huertas, para sacar piedras y derribó cabañas y herrerías para material de estas murallas, cuyas dimensiones fueron, doce pies de espesor el muro de la Zurriola y siete el del puerto; el meridional era un terraplén de 32 pies de espesor desde los estribos o contrafuertes al cordón, obra esta última empezada en 1476 y en la cual se construyó su puerta principal y se grabó artístico escudo de armas por Don Luis Picard dedicando las obras a la ciudad—Felipo II Hisp. Regi. S. P. Q. Easonensis dicavit 1577 --. Esta puerta se había disminuido en 1564 por Domingo Estela y Juan Alzolaras, por orden de Don Juan de Acuña, Capitán General de Guipuzcoa; y por orden del mismo se construyó un revellín en 1567 junto al postigo de San Nicolás delante del baluarte de Torrano, fabricado frente a la casa de Amézqueta, residencia del Capitán General. En tiempos de Felipe II, 1556, Felipe III después de la voladura de su Castillo en 4 de Diciembre de 1575, Felipe IV, 1621, Carlos II, en cuyo reinado voló nuevamente el Castillo por incendiarse los almacenes de pólvora, estropeándose los muelles con esta voladura, 1688, y Felipe V, se ejecutaron las obras exteriores y el hornabeque por Jerónimo de Soto, Juan de Garay, Duque de Malfi, Cepeda, Domingo, Meni Arias y Hércules Torelli. De mediados del siglo XVII es el plan de defensa general de la ciudad, reforzar el frente de tierra, hacer obras en Santa Clara, San Bartolomé y Santa Catalina, proyectos muy discutidos y modificados que no se realizaron más que en parte, pues a medio construir las obras se proponía abandonarlas por unos y modificarlas por otros, no llegando ninguno de estos proyectos a tener realidad completa y terminando por adoptar a mediados del siglo XVII lo que se proponía en la misma época del XVI, por molestarse los autores de los proyectos unos con otros, llegando hasta poner carteles de desafío para discutirlos; proponiendo también unas veces atender a la ciudad y otras hacer de la Mota una fortaleza inexpugnable, abandonando la villa; y cuyo final solía ser, hacerse las obras mucho después que los proyectos, aumentando en esta época las de la ciudad en su frente de tierra con el hornabeque y revellín hechos con carácter provisional y después definitivo, costando siempre las obras mucho más de lo debido a consecuencia de esta doble construcción que tanto las prolongaba; llegando a finales del siglo XVIII con un frente de tierra y tres baluartes, en los ángulos y en el centro de la muralla, llamado este último Imperial por haberse hecho en la época del Emperador Carlos V; los otros, más posteriores, el del Gobernador en la Zurriola y del Ingente en la bahía, cubrían con sus fuegos este muro, estándolo el de la Zurriola por la plataforma de San Telmo y el baluarte mencionado; y el del puerto por su torre y la batería de la huerta perteneciente ya al castillo. (*) Además del cubo Imperial y los dos medios baluartes tenía la plaza, fin del siglo XVIII, un revellín flanqueado casi en el eje del baluarte principal con buen foso y camino cubierto con plaza de armas y traveses y estacadas hechas en fin de dicho siglo. La explanada de delante se igualó lo necesario para ser batida desde el hornabeque, el cual prestó gran servicio en el sitio de 1719 impidiendo la bajada al foso; este hornabeque era de los llamados irregulares, y con él se consideraba la plaza inexpugnable, de haber tenido reforzadas las dos cortinas de la Zurriola y la del Puerto. Aunque la ciudad en principio tuvo siete puertas, se disminuyeron éstas al aumentar sus fortificaciones y quedaron reducidas a la del muelle, la del cubo Imperial y la de Santa Catalina además de otras más pequeñas que se conservó desde 1575 para subir al Castillo. Tenía la ciudad, como se ha indicado el privilegio de cerrar sus puertas; y de la importancia que dio a este privilegio, puede juzgarse por sus ordenanzas municipales de 1415 en las que dice: “Otrosi ordenamos que todas las llaves de la Villa vengan luego en manos de Jurados e que los dichos Jurados las pongan en manos de aquellos que entendieren que cumplen e al tiempo, que los dicho Jurados recibieren las dichas llaves, que las reparten e que den por Escribano público pareciendo ello por testimonio; pero que no den las dichas llaves nin algunas de ellas a home ni muger que tuviere casa a teniente a la cerca de la Villa agora nin de aquí adelante. .Otrosi que ninguno que tuviere llaves de las puertas de la Villa, non sea osado de abrir puertas algunas de la Villa de noche des que tañere la campana de Ave María fasta que tocare la bocina del alborada, salvo el portal del Puyuelo, so pena que pague, el que así habriese las dichas puertas 50 maravedís por cada vegada”. Este privilegio dio lugar a muchas discusiones con las autoridades militares; y duró más o menos restringido hasta 1794 al ocupar los franceses esta ciudad; fue reconocido entre otras fechas en 1522 y 1542 siendo Capitanes Generales Don Beltrán de la Cueva y Don Sancho Martínez de Leyva y después en 1556—1581—1757—1777 y tanto el Cardenal Cisneros en la primera fecha citada al mandar se entregare una de ellas a Don Beltrán de la Cueva, como Carlos V para que se hiciese a Don Sancho de Leyva, cuidaron especialmente de no molestar a la ciudad en sus usos y derechos; y cuando Don Francisco Murcio, en 1757, quiso perturbarla lo mismo que el Marqués de Bassecourt se acudió contra las novedades que quisieron introducirse y se reconoció constantemente el privilegio, no solo de cerrarlas con sus cerrojos, sino tantear también si estaba bien cerrado el que pertenecía a los jueces militares. Se cuidó no menos la Villa de sus murallas como si fuese cosa propia; en ellas se gastó grandes cantidades y entre otras disposiciones relativas al buen servicio, decían las mismas ordenanzas de 1415: (*) Esta batería se encontraba al oeste, e inmediata al actual convento de Santa Teresa. “Otrosi ordenamos que ningún vecino ni extraño no sea osado de salir ni entrar a la Villa nin fuera de ella por encima de la cerca, nin por finiestras que sean en la dicha cerca con cuerdas, nin con escalas, nin en otra manera selbo por las Puertas de esta Villa dicha, e cualquier que contra esto ficiere o pasare que pague de pena cada vegada 500 maravedís”. SU CASTILLO Ya se ha dicho que se atribuye también a Don Sancho el Fuerte, y se construyó en 1194, empezándose a circunvalar según otras opiniones por Don Alfonso VIII en 1158; sus obras se aumentaron con posterioridad a consecuencia del asedio de 1476 y de sus voladuras de 1575 y la del almacén de pólvora en 1688, concluyendo su reedificación en 1691 por Hércules Torelli. En 1610 se llevó al Consejo de Guerra, un proyecto de fortificarlo, según planos de Gerónimo de Soto y orden de Felipe III, uniendo Santa Clara y San Telmo, por una línea de cinco baluartes y seis cortinas; la muralla del puerto debía levantarse lo suficiente para conseguir explanada para la construcción de un cuartel de 250 hombres y aumentar la plataforma de Santa Clara para seis piezas de artillería; y cerrábase la montaña desde el Castillo al Mirador de San Telmo. En su interior tenía habitaciones para el Gobernador, almacenes y cisternas de agua dulce. La mayor parte de las obras se perfeccionaron por los años 1696 según planos de Don Luis Arias. Rodeaban el Castillo a fines del siglo XVIII, baluartes reductos y fortines espaciados por la montaña. El de más importancia es el del mirador sobre San Telmo debajo del cual estuvo el llamado de Sarmiento; el de las Batuecas * casi a flor de agua, el de la Atalaya y la plataforma de Santa Clara completaban la defensa baja, así como en lo más alto del Castillo se colocaron otras baterías a barbeta, siendo en rigor su mayor ventaja sus grandes escarpas y rápidas pendientes que se aumentaron en la época de Carlos V, según orden dada en Monzón en 16 de Agosto de 1542 (**) La plaza para atender a su guarnición tuvo Compañías fijas alojadas en casas particulares, pagando la ciudad el alquiler y camas a 500 soldados, construyendo cuarteles a sus expensas, contribuyendo a fines del siglo XVIII con 20.000 escudos para el mejor alojamiento de las tropas. Aunque las primeras autoridades residieron en Fuenterrabía, ya en 1568 se ordenó hubiese una casa bien dispuesta para alojarse. Algo contribuyó a ello las competencias de autoridades decidida por Carlos V y Felipe II en cédulas de 10 de Mayo de 1544 y 15 de Agosto de 1568. Tal es el resumen histórico de las obras de fortificación sacado de diversos autores. (*) Como los baluartes, baterías y demás fortificaciones del Castillo, han sido designados por muy diversos nombres en sus distintas épocas y aparecen con los mismos indistintamente, en planos, documentos, etc., para evitar confusiones incluimos a continuación sus diversas denominaciones: Baluarte del Mirador, (de San Telmo) Choritoque de los Teatinos Batería de Santiago, (de la Reina, del muelle, del polvorón, Alta de Santa Clara). Batería del Huerto del Gobernador, (o simplemente del Gobernador, del príncipe, de la Princesa). Batería de Napoleón, (de Wellington). Batería de San Antonio, (de Santa Clara Alta). Batería de la Damas, (Hornabeque de Santa Clara, Hornabeque de la Marina). Batería de Bardocas, (de las Batuecas.) (**) Al finalizar el siglo XVIII, según se deduce de lo expuesto, así como de los planos de dicha época, las fortificaciones del Castillo debieron consistir en una serie de baluartes, reductos y fortines, que formando la defensa baja, se encontraban distribuidos por la falda del monte. Completando esta defensa y para contribuir a la misma, se construyeron una serie de plataformas, en la parte alta del castillo para emplazar baterías a barbeta, según las necesidades del momento y como apoyo de la defensa principal; todo, de acuerdo sin duda con la idea expuesta en el siglo anterior por el ingeniero Spanochi, como se verá más adelante, y con arreglo a su proyecto de una defensa baja, compartimentada en sectores y estudiada en profundidad, tanto para la Ciudad como para el puerto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

División de las manzanas en solares P A R R A F O III División de las manzanas en solares Por lo que antes hemos dicho sobre la dirección de las calles en la nueva población, se deduce que sus edificios quedarán bien orientados y resguardados por completo de los vientos más incómodos y nocivos. Conseguida esta ventaja era además necesario distribuir la edificación en manzanas y estas en solares, de manera que no resultasen grandes masas, dejando libre acceso en las habitaciones al aire, a la luz y al calor del sol, agentes indispensables para su salubridad y saneamiento. Para satisfacer a estas condiciones y teniendo en cuenta el perímetro destinado al ensanche, nos ha parecido que lo mejor sería reunir varios edificios con espaciosos patios centrales, de modo que por lo menos quede con dos fachadas libres siendo las otras dos medianerías. En las manzanas destinadas a la clase acomodada, podrían construirse ocho casas; cuatro de ángulo con una superficie de 360 metros cuadrados ca...