HOMENAJE
A JOSE BERRUEZO CIEN AÑO DE VIDA DE SAN SEBASTIÁN (1879-1979) DECIMA PARTE
En nuestro siglo (XIX)
San Sebastián ha celebrado dos fechas centenarias al conmemorar una la
destrucción y reconstrucción de la ciudad (1813) y al recordar otra (1863) la
autorización de el derribo de las murallas. Ambas señalan el renacimiento de la
ciudad que, como el Ave Fénix, resurge de sus cenizas para ser urbanísticamente
considerada una de las más modernas, sino la más moderna capital española.
1813 y 1863 son dos
hitos en la historia de San Sebastián y para dar testimonio de su importancia,
la ciudad al cumplirse en centenario, celebró las fiestas más solemnes que
propios y extraños hayan jamás conocido.
A lo largo de 1913
comisiones oficiales y sociedades culturales y populares coordinan sus
iniciativas encaminadas a la mejor organización de los actos conmemorativos, de
los cuales de más importante, el más espectacular, fue la construcción –en un
tiempo record de tres meses—y luego la inauguración del “Monumento del
Centenario, Pétrea glosa de la destrucción y reconstrucción de la ciudad y
homenaje a su egregia protectora la reina D. ª María Cristina. Acto de mayor
significación cultural fue el concurso de relatos sobre aquella etapa de la
vida donostiarra bajo la dominación Napoleónica y que tuvo por resultado el
premio y publicación de tres libro interesantes: Margari del catedrático de Literatura del Instituto, D. Vicente
Farráz; 1813, del Teniente Coronel D.
Eufrasio Munárriz Urtasun y María del
Coro, del bibliotecario municipal D.Práxedes Diego Altuna. Artículos,
crónicas, conferencias y conciertos culminaron, con la inauguración del
monumento-memorial que, a causa de una fuerte tormenta, no tuvo lugar el 31 de
agosto sino el 1 de septiembre en que lució un espléndido sol.
Miles de donostiarras,
de guipuzcoanos, de gentes llegadas de otras provincias y de Francia se
congregaron en los jardines de Alderdi-Eder y en la terraza del Casino para no
perder detalle de la ceremonia inaugural, a la que asistieron los reyes y los
infantes, ministros del Gobierno, Cuerpo Diplomático, Obispo de la Diócesis—que
entonces era la de Vitoria—Autoridades provinciales y locales. Estas presididas
por el alcalde D. Marino Tabuyo, que en su discurso exaltó el episodio
histórico que plásticamente se glosaba y el reconocimiento de la ciudad a su
protectora la reina D. ª María Cristina.
Hubo suelta de palomas y
de globos, himno especialmente compuesto para esa ocasión y que fue dirigido
por José María Usandizaga e interpretado por el Orfeón Donostiarra, salvas
disparadas desde Urgull y desfiles de los Batallones de Rey y de Sicilia y de
los Miqueletes… Y muchos aplausos, que se intensificaron cuando D. Alfonso XIII
acompañado del primer regidor municipal descubrió la estatua de D. ª María
Cristina que, fundida en bronce figuraba en uno de los lados del triángulo que
formaba la planta del monumento. En los otros dos había tallados en mármol de
Carrara un episodio del asalto y defensa de San Sebastián en 1813 y el grupo de
los próceres donostiarras reunidos en Zubieta. Del centro de esta construcción
una recia columna sobre cuyo capitel destacaba una cuadriga guiada por la Bella
Easo.
La idea y la realización
de este conjunto eran Javier Luque y Julián Apraiz, arquitectos que trabajaban
en la construcción de la catedral de Vitoria, y la talla de los elementos
escultóricos de un tal Piqué, más artesano que artista. El coste de la obra fue
de 225.000 pesetas, de las cuales 125.000 aportó el Ayuntamiento y el resto
procedían de una suscripción popular.
El “Monumento del
Centenario”—es un recuerdo infantil—era como una colosal falla valenciana en la
que los “ninots” grotescos habían sido sustituidos por figuras que se pretendía
fuesen representativas de la Perseverancia,
la fe y el ardoroso entusiasmo de un pueblo que quiso ser y vivir desafiando
con impavidez los estragos de la muerte; simbolizando también la gratitud
inmensa que debe un pueblo a los que han sido sus bienhechores.
Aunque uno de estos
bienhechores era la reina María Cristina que, figurando en el monumento
flanqueada por una pareja de leones, pronto el pueblo distinguió el grupo
escultórico como la “domadora”, cosa que no ignoraba la egregia señora, la cual
al ser consultada no se opuso a que se derribase aquella colosal tarta pétrea
once años después de haber sido inaugurada y tras una pequeña querra civil
ciudadana, cosa muy donostiarra que recordó el enfrentamiento de alamedistas y
antialamedistas, de partidarios de dejar y partidarios de quitar el Monte Ruso,
de defensores y detractores de los tamarindos, etc. Los 167 ciudadanos que
habían aportado su óbolo a la suscripción pro-monumento, a cuya voz se unió la
de un grupo de damas de airado gesto, se opusieron al derribo, pero el
Ayuntamiento—pese a haber sido el principal responsable de la erección del
memorial—los votos iconoclastas, encabezados por el del alcalde Sr. Vega de
Seoane, deciden el desguace del que se salvará con un digno emplazamiento en
Ondarreta la estatua de D. ª María Cristina. Pero el derribo del “Monumento del
Centenario” no se hizo sin acudir a competentes asesoramientos, pues tres
grandes escultores—Benlliure, Blay e Inurria—dieron su opinión, que fue
unánime, sobre la falta de calidad artística que encontraban en él.
El desguace de aquella
polémica obra se hizo con rapidez inusitada: uno de los grupos—el “episodio
guerrero”—fue trasladado a Urgull donde preside todavía el Cementerio de los
Ingleses. El grupo de los “héroes de Zubieta” lo hemos visto adosado a uno de
los muros de la parroquia de San Vicente, de donde no hace muchos años
desapareció siendo en parte llevado a Zubieta, detrás de cuya iglesia están
algunas figuras decapitadas, mutiladas y maculadas. Otras fueron convertidas en
gravilla-- ¡gravilla de mármol de Carrara!—para obras municipales… “Sic
transit”.
De aquellas
conmemoraciones centenarias, especialmente de la Exposición Histórico Naval,
quedó con práctica permanencia hasta nuestros días, el Museo Oceanográfico,
debido a una sugerencia de la Sociedad Económica Vascongada hecha acuerdo de la
Diputación el 11 de diciembre de 1913, que no tuvo su emplazamiento actual en
el puerto hasta 1928.
El otro importante
centenario celebrado en lo que va de siglo fue el que por iniciativa del
entonces alcalde, Nicolás Lasarte Arana, tuvo lugar en San Sebastián durante el
año 1963, siendo conmemorativo de la reconstrucción y expansión de la ciudad,
cuya data inicial es de 1863, fecha en que se autorizó el derribo de las
murallas que ponía un límite al desarrollo urbanístico de la ciudad.
Los actos conmemorativos
populares dieron comienzo el domingo 5 de mayo con la celebración del “Día de
la Provincia”, que trajo a San Sebastián a las Corporaciones municipales de 87
ayuntamientos guipuzcoanos con sus banderas, sus dantzaris, sus bandas de
música y txistularis y una representación de los vecinos; pastores y labradores
del Goierri, pescadores de Orio y de Guetaria, remeros de Pasajes, ferrones de
Legazpia luciendo los trajes típicos, dieron brillantez y colorido al desfile
de los Ayuntamientos desde el Palacio Provincial hasta la iglesia de Santa
María, donde les esperaba la Corporación Municipal donostiarra para asistir a
la misa que ofició el ilustre guipuzcoano Monseñor García Goldáraz, Arzobispo
de Valladolid. Tras la ceremonia religiosa, todas las autoridades municipales
guipuzcoanas se trasladaron en procesión cívica hasta el Ayuntamiento, en cuya
terraza el alcalde donostiarra, Sr. Lasarte Arana, pronunció un magnífico
discurso glosando el significado de la jornada de homenaje a ilustres
donostiarras y guipuzcoanos de tiempos pasados. A continuación hizo entrega de
la Medalla de Oro de la ciudad a la Corporación Provincial en la persona de su
presidente D. Antonio Epelde, así como de las Corbatas creadas para este
Centenario a todas las banderas de los Ayuntamientos guipuzcoanos, cuyos
alcaldes recibieron también la Medalla conmemorativa. En este acto hablaron el
presidente de la Diputación y el Gobernador Civil, interpretándose a
continuación la Marcha de San Sebastián, el Guernikako Albola y el Himno Nacional por el carillón que la
Diputación regalaba al Ayuntamiento donostiarra. Luego hubo banquete en San
Telmo y fiesta folklórica en la Plaza de Toros.
El domingo siguiente, 12
de mayo, se celebró el “Día de las Provincias Hermanas”—Navarra, Álava y
Vizcaya—cuyas autoridades acudieron corporativamente a San Sebastián, donde
tras el discurso de ofrecimiento del homenaje dicho por el Sr. Lasarte se hizo
entrega de Corbatas y Medallas conmemorativas, hubo banquete en el “María Cristina”
y por la tarde visita a las obras del Castillo de la Mota.
El viernes 2 de agosto
tuvo lugar en homenaje a Zaragoza con asistencia de la Corporación municipal
maña. En el Ayuntamiento hubo entrega de Medallas, luego banquete y por la
tarde en San Telmo un acto académico con discurso del Teniente de alcalde y
Comisario del Centenario D. José María Aycart, al que contestó el catedrático
de la Universidad cesaraugustana y teniente de alcalde D. Antonio Beltrán.
El 4 de ese mes fue el
“Día de Cataluña” con la presencia de las Corporaciones provinciales y
municipales de Barcelona, Gerona, Lérida y Tarragona a las que en el
Ayuntamiento, el Sr. Lasarte, tras unas cordiales palabras, les hizo entrega de
las Medallas de Plata y las Corbatas para sus respectivas banderas, lo que
agradeció en una breve parlamento el alcalde de Tarragona.
Por la tarde en el Museo
San Telmo se celebró un acto académico en el que quien esto escribe (José
Berruezo) tuvo el honor de pronunciar el discurso de ofrecimiento del homenaje
a Cataluña siendo contestado por el catedrático de la Universidad de Barcelona
D. Ramón Roquer.
El 6, martes,
correspondió celebrar el “Día de Madrid”, que dio comienzo a las once la mañana
con una solemne misa en Santa María durante la que el alcalde de la Villa y
Corte, Conde de Mayalde, hizo una ofrenda a N. ª S. ª del Coro. Más tarde, en
el Salón de Plenos de la Casa Consistorial le fueron entregadas la Corbata y la
Medalla de Plata del Centenario, glosando D. Nicolás Lasarte el significado de
la fecha y la amistad entre las dos capitales. Hubo a continuación intercambio
de obsequios; una nave de plata por parte donostiarra y una reproducción del
Plano de Teixeira, más un cuadro pintado por Madrazo en 1855 representando a un
médico de San Sebastián y una colección de publicaciones del municipio
matritense.
Por la tarde, en San
Telmo, en el acto académico el letrado-decano del Ayuntamiento donostiarra D.
José Múgica y Múgica, pronunció un discurso exaltador del progreso social
donostiarra a través de las personalidades que vivieron durante el pasado
siglo, poniendo de relieve las relaciones que a través de alguna de ellas
unieron San Sebastián a Madrid. Le contestó D. Federico Carlos Sainz de Robles,
Cronista Oficial de la Villa y Corte, con un encendido elogio a nuestra ciudad.
Los Coros Maitea y Easo dieron a continuación un bello concierto.
Y llegó el 31 de agosto,
jornada culminante de la conmemoración, pero, como cincuenta años antes, un
gran temporal de lluvia obligó a suspender los actos programados que pudieron
celebrarse al día siguiente, 1 de septiembre, con la asistencia masiva de todo
el pueblo de San Sebastián y de muchos miles de forasteros
A las once de la mañana
llegó a los andenes de la Estación del Norte el “Tren del Centenario” del que descendieron
grupos de jóvenes, muchachas y muchachos, ataviados según la moda de 1900 que
se sumaron a la alegría de la ciudad en fiesta. Media hora más tarde el Capitán
General de la Sexta Región pasó revista a las fuerzas de Gran Bretaña, Francia,
Portugal y España que formaban ante una Cruz erigida junto a la Brecha y en la
que depositaron coronas de laurel los Agregados Militares de los tres países
invitados mientras las Bandas de Música interpretaban sus respectivos Himnos
Nacionales. El Gobernador Militar de San Sebastián y el Comandante de Marina de
Guipuzcoa fueron quienes depositaron la corona en representación del Ejército
Español.
A las dos de la tarde
hubo una gran parada naval frente al paseo nuevo, en la que tomaron parte la
fragata española “Legazpi”, el navío rápido francés “Le Bourguignon”, el
buque-escuela portugués “Sagres” y los submarinos británicos “Arful” y
“Acheson”, embarcaciones que desfilaron con las dotaciones formadas el cubierta
mientras desde Urgull se disparaban salvas de cañón.
A las cuatro hubo
corrida de toros y a las seis festival de pelota vasca en honor de los soldados
y marinos extranjeros.
A las ocho, en el Patio
de Armas del Castillo de la Mota, tuvo lugar el acto de homenaje a la ciudad y
de confraternidad internacional procediendo a descubrir una monumental lápida
en recuerdo de los héroes de 1813 y como constancia de las conmemoraciones de
1963.
A las diez de la noche,
en la gran nave de San Telmo se sirvió una cena de gala en honor de los
representantes extranjeros y miembros del Cuerpo Diplomático.
Otra fiesta tuvo lugar
esa misma noche, la del “Gran Casino 1900” organizada por el Comercio de San
Sebastián a beneficio de la Santa Casa de Misericordia, teniendo por marco el
Salón de Plenos del Ayuntamiento que, por unas horas recuperó su aspecto de
medio siglo antes. La cena servida para 350 comensales, que pagaron 600 pesetas
por cubierto, se ajustó al siguiente menú: Hígado de pato natural – Caviar
konsomol – Consomé Walewska – Coctel de gambas – Langosta Bellavista con salsa
tártara- Poularda Perigour y champiñón a la bordelesa – Postres: Orange al
Cointreau, peras Bella Argereux, sorbete de Ananas y pastelería variada – Vinos
blanco y tinto, champagne, licor y café (Por cierto que en todos los ágapes
celebrados durante las conmemoraciones se sirvió el mismo champán especialmente
embotellado y etiquetado como “del Centenario”). En la cena del Gran Casino
hubo comensal que por una mesa de cinco cubiertos pagó en atención a la
finalidad benéfica 50.000 pesetas. Esa noche, en uno de los salones
municipales, funcionaron los “recreos” atendidos por “croupiers” supervivientes
de la “Belle Epoque” y en otros fue montado un auténtico “Cabaret de París”.
Paralela a esta fiesta
se celebró otra de carácter popular en el Parque de Alderdi-Eder, donde se
había instalado quioscos, tiovivos, tiros y bares al estilo de fin de siglo… Y
la noche reservó un motivo de admiración y un valiosísimo recuerdo para los
miles y miles de donostiarras y forasteros: la inauguración de la fabulosa iluminación
de la bahía, Urgull, Santa Clara, Igueldo y la playa, destacadora de las
bellezas naturales que cobraban bajo color de aquellas matizadas luces una
aspecto fantástico. Los aplausos, la colosal ovación conque el pueblo recibió
aquel regalo del Estado al Municipio donostiarra—y que estaba valorado en más
de ocho millones de pesetas--, se reiteró tras la quema de una singular colección
de fuegos artificiales lanzada desde tierra y desde mar. Y con aquella
apoteosis de luces y de colores se terminó la jornada conmemorativa aunque
miles de donostiarras y de forasteros la prolongaron hasta muy entrada la
madrugada.
El domingo día 8 de
septiembre, festividad de N. ª S. ª del Coro, patrona de la ciudad, el nuevo
Obispo de San Sebastián, Monseñor Bereciartúa, ofició la primera misa de
pontifical como Pastor de la diócesis en la Parroquia de Santa María, donde en
el Ofertorio se procedió a la imposición de la Medalla de Oro de la Ciudad a N.
ª S. ª del Coro, medalla que en su reverso lleva grabada la inscripción
“Reconocimiento y gratitud de pueblo de San Sebastián”. Por la tarde la
Corporación Municipal se trasladó a la vecina comunidad de Zubieta y ante el
caserío Aizpúrua, donde en 1813 se celebró la histórica Junta, tuvo lugar una
sesión extraordinaria tomándose el acuerdo de solicitar del Gobierno la
concesión de una Carta Municipal para San Sebastián.
Esa misma noche dieron
comienzo las XX Fiestas Euskaras con una tamboreada gigantesca en la que más de
medio millar de participantes se reunieron en Alderdi-Eder ante el Ayuntamiento
poniendo clamoroso y típico epílogo a los actos del Centenario.
De ellos, y en el
aspecto cultural, hay que recordar que durante lo meses de febrero a mayo se
dieron en el Salón de Plenos del Ayuntamiento treinta y una conferencias a
cargo de distinguidos intelectuales, ciclo que con el título de San Sebastian, Curso breve sobre la vida y
milagros de una ciudad fue editado con el patrocinio de la Cámara de
Comercio, Industria y Navegación de Guipuzcoa y la Caja de Ahorros Municipal. Y
consecuencia directa de esos y otros actos celebrados a lo largo de 1963 fue la
creación del “Grupo Dr. Camino de Historia Donostiarra”, con la colaboración de
la Real Sociedad Bascongada de los Amigos de País y bajo el mecenazgo de la
Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián.
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