SAN SEBASTIAN
EL SITIO DE 1813 PROLOGO (1913
POR OLAVIDE, ALBARELLOS, VIGON
Notas ampliatorias (*) del Coronel Mexía Carrillo
Dos hechos importantísimos, trascendentales, conmemora esta Ciudad el presente año; su destrucción en 1813, tremendo epílogo del sangriento sitio sostenido en aquella época por las tropas Napoleónicas; y el derribo de sus murallas en 1863.
Han transcurrido 100 años desde el primero y cincuenta desde el segundo; y solamente como conociendo como conocemos esta Ciudad y estudiando lo que fue en aquellas dos fechas, es como puede apreciarse la gigantesca labor que en tan breve periodo de tiempo para la vida de un pueblo, se ha desarrollado para transformación tan radical y crecimiento tan asombroso.
De un pueblo casi desconocido fuera de la Región, encerrado en sus murallas, se ha hecho en cincuenta años la Ciudad, admiración de cuantos la visitan, y con fama mundial por su belleza y progreso, por su actividad y su vida.
Es muy natural y muy legítimo que hoy se hagan espléndidas manifestaciones de recuerdo de hechos tan memorables. Si en primero fue tan espantosa tragedia, cual no se registra otra en la historia de San Sebastián, el segundo fue la base y punto de partida para su avance espléndido y su prosperidad creciente.
Y nosotros que aquí vivimos, y alguno de nosotros, que además por su nacimiento y por afecciones de familia tenemos especial cariño a esta Ciudad, queremos contribuir con nuestro esfuerzo, pequeño como nuestro, uniéndolo al esfuerzo de todos sus habitantes, quienes si en primer término dedican piadoso recuerdo a sus antecesores, victimas hace 100 años del atropello, del incendio y de la profanación, quieren después celebrar con singular regocijo el progreso de la Ciudad desde que pudo extenderse, libre ya de aquella servidumbre que la Patria exigió mientras fue necesaria y que suprimió cuando ya no tenía razón de ser.
Al afecto que nos obliga, se une otra consideración. Los dos hechos son esencialmente militares, y sobre serlo, tiene relación muy directa con nuestra profesión de Ingenieros.
En el sitio de 1813, ni el ejército sitiador ni el sitiado eran españoles. Fuera de los preliminares del sitio, en que intervinieron tropas españolas, todas las operaciones se desarrollaron entre extranjeros; ingleses, portugueses y de otras naciones eran los sitiadores, y franceses los sitiados, pero la población era española; y siendo así, tanto por esto, como por la clase de operación militar, entra tan de lleno su conocimiento en nuestra profesión, que nos creemos más bien con un deber que con un derecho, al tratarlo.
Y si consideramos el derribo de las murallas, no hay que decir que como Ingenieros militares, estamos en condiciones de facilitar datos que pueden ser oportunos.
De aquí que hayamos emprendido este trabajo, dividido en dos partes, en relación con los dos hechos que se conmemoran; la primera, un estudio del sitio de 1813, y la segunda un relato histórico de las fortificaciones de San Sebastián.
Pero es sensible que nuestro afecto y el deber con que moralmente nos obligamos, nos pongan en este trance; pues a uno y otro quisiéramos responder cumplidamente; mas estamos muy lejos de poder elevar nuestro esfuerzo al nivel de nuestros deseos.
Si se trata del sitio, es tan conocido ya en esta Ciudad por toda persona culta y amante de la historia de su país, que nada nuevo podremos decir, asunto tan manoseado, por decirlo así, y asunto que casi es de ayer, no puede ofrecer aquí puntos de vista ni de crítica; todo ha sido tratado y divulgado. Belmas, Napier, Jones, Arteche, Lamiraux, Ducere y otros lo han descrito con más o menos detalle.
Es cierto que conociendo la localidad y sus defensas pueden apreciarse mejor y seguir con más exactitud todos los aspectos del mismo; no es menos cierto que posteriores a aquellos escritos han aparecido y aún están publicándose, documentos interesantes relacionados con él; pero en general, todo se conoce y nuestro trabajo, en esta parte, solo puede tener un carácter complementario de aquellos relatos, debido a las circunstancias de haberse hecho en el mismo teatro de la lucha y con conocimiento del terreno y de las obras de defensa de la Plaza.
Y en cuanto al derribo de las murallas, creemos que si con algún fundamento pudo decirse que la historia de la guerra es la historia de la humanidad, análogamente cabe expresar que la historia de las fortificaciones de la Ciudad que fue Plaza fuerte hasta hace 50 años (*), forma parte muy interesante de la historia completa de la misma Ciudad.
Ahora bien, presentar las transformaciones seculares de todas sus obras de defensa es empresa, para nosotros, de mucho tiempo y de mucho trabajo; han desaparecido casi en absoluto todas las fortificaciones, pues exceptuando las del monte Urgull, solo queda el trozo de cortina del puerto y el emplazamiento del baluarte de de San Telmo en la Zurriola.
Si tratásemos de hacer un breve resumen, como cuadra en un Diccionario geográfico o enciclopédico, no sería ardua tarea, teniendo a mano trabajos meritísimos de historiadores como Garibay, Camino, Gorosabel, Soraluce y otros, y revistas locales como “Euskal-erria” y “Euskalerriaren alde”, que contienen muy notables datos sobre el particular; pero esos datos forman parte de un conjunto más amplio e importantes que el que nosotros nos proponemos, y por eso no tienen el desarrollo especial que es necesario.
Nuestro propósito es darles ese desarrollo, pues si bien es árida y seca la materia no deja de ser interesante; y verá el lector (si a nosotros no nos falta el tiempo y a él la paciencia), las distintas opiniones, los sacrificios, las discusiones, a veces apasionadas y los proyectos, realizados unos y abandonados muchos, en que intervinieron autoridades locales y militares e Ingenieros, como el Prior de Barleta y Villaturiel, Spanochi, y los Fratines, Gandolfos y Cepedas, Torrelli y Soto, Verboonn, Crame y otros más.
Por ahora solamente presentamos la parte referente a los siglos XVI y XVII pues el tiempo de que hemos dispuesto no nos ha permitido terminarlo, en estudio están las de fechas anteriores y posteriores a éstas.
(*) Debemos tener en cuenta que está parte de la historia de San Sebastián se escribió en el año 1913.
Con lo dicho, hemos expresado nuestro empeño y el móvil que nos impulsa a su realización. Si fuera cierto que la voluntad todo lo alcanza, nuestro éxito sería completo; desgraciadamente no lo es y tan lejos está de serlo que es necesaria toda la benevolencia del lector para que no resulte un fracaso.
Y terminamos manifestando nuestra mayor gratitud a queridos compañeros nuestros, como el Director del Museo de Ingenieros militares a quien debemos multitud de datos de todas clases, interesantísimos y curiosos; al Teniente Coronel DuPont y Comandante Painvin, del Ejército francés, al Barón E. G. Rey, nieto del General que tan brillantemente defendió la plaza en 1813, al Teniente Coronel de Artillería Sr. Vicens, agregado militar de la Embajada Española en Londres, quien nos ha puesto en relación con el Mayor Leslie de Artillería y Mayor Harrison de Ingenieros, ambos del ejército inglés. Todos ellos no han facilitado con exquisita amabilidad noticias y datos que constituyen el único mérito de este trabajo.
COMO INDICAMOS AL PRINCIO DE ESTE PRÓLOGO, HA SIDO ESCRITO POR OLAVIDE, ALBARELLOS, VIGON EL MES AGOSTO DE 1913.
Es evidente que no estaba aquel Ejército preparado para tales operaciones. De mucho antes, las empresas militares inglesas se reducían a campañas coloniales, en las que la expugnación de las casi indefensas plazas se realizaba sencilla y brevemente. No había pues en el Ejército ni elementos organizados, ni materiales preparados, ni había en el mando reglas ni preceptos ni doctrina alguna sobre su empleo.
Lo mismo los fracasos de 1811 que las bajas sufridas en 1812 ante Badajoz, fueron por Lord Wellington atribuidas con notoria injusticia a los oficiales de Ingenieros. (1) Es cierto que la talla de zapadores bien instruidos, se hacía sentir, pues las tropas de línea los suplían imperfectamente en los primeros trabajos de aproche lejano y eran totalmente ineptas para los próximos, que había que efectuar bajo el fuego eficaz de la defensa, pero esta falta, que no era imputable a los ingenieros, no era la causa única, ni aún la principal.
Otras fueron las circunstancias que más esencialmente determinaron aquellos fracasos. Influía primero el desconocimiento de la índole de estas operaciones por el mando, y consiguientemente, la falta de orientaciones firmes y las fluctuaciones en la dirección, perceptibles lo mismo en Beresford ante Badajoz y en Wellington ante Burgos que en Graham ante San Sebastián.
Era otra de ellas la insuficiencia e ineficacia del material de artillería; anticuado, escaso y mal municionado; el tren de sitio preparado para los de Badajoz, era imposible obtener rendimiento alguno de él; y, aun después de esta renovada experiencia emprendió Lord Wellington el del Castillo de Burgos con un tren más exiguo, más inadecuado y peor municionado.
Más aún que al insuficiente número de piezas debe achacarse al escaso efecto conseguido, a que en todos los casos se dedicaba la casi totalidad de la artillería a batir los obstáculos materiales, preparar brechas, etc., sin atender o al menos, atendiendo de modo muy secundario a extinguir sus fuegos, a contrabatir la artillería de la Plaza y a quebrantar las fuerzas morales de la defensa.
Consecuencias de ello eran:
1º Prematura apertura de las brechas; el sitiado se prevenía y preparaba nuevas defensas.
2º Los trabajos avanzaban poco porque el fuego de la Plaza destruía cestonadas y cabezas de zapa
(1) “Confío sin embargo que en lo futuro, los Ejércitos serán dotados con el personal preciso para conducir los sitios como es debido y que nuestros Ingenieros aprenderán a plantar las baterías en la cresta del glasis y a demoler la contraescarpa, en lugar de emplazarlas en cualquier parte desde donde se vea la muralla dejando que los pobres oficiales y soldados crucen el foso como puedan”. (De Wellington al General Murray – 28 de mayo de 1812) – (Gurwood)
“Aseguro a su Señoría que es absolutamente imposible tomar plazas fuertes a viva fuerza sin sufrir grandes pérdidas y exponerse a un fracaso, a menos que se provea al Ejercito de un Cuerpo de Zapadores y Minadores bien entrenado… Las consecuencias de estar así desprovistos de la gente necesaria para los trabajos de aproche ante una plaza fuerte son, primero que nuestros Ingenieros, aunque instruidos y bravos, por la inutilidad de pensar en lo que nos es imposible realizar, nunca piensan en dirigir un sitio regular. Creen HABER CUMPLIDO SU DEBER CUANDO HAN CONSTRUIDO UNA BATERIA, CON UNA COMUNICACIÓN SEGURA, QUE PUEDA BATIR EN BRECHA LA PLAZA. Segundo, las brechas deben ser tomadas a viva fuerza con infinitos sacrificios de oficiales y soldados… Estas grandes pérdidas podrían evitarse y, en mi opinión, podría ganarse tiempo en todos los sitios si tuviésemos gente práctica en estos trabajos. Declaro que no he visto brechas más practicables en sí mismas que las tres de Badajoz y la plaza hubiera tenido que rendirse abiertas estas brechas si hubiésemos completado los aproches. PERO CUANDO HICE LA TERCERA BRECHA EN LA TARDE EL 6, NO PUDE HACER MÁS. Tenía que saltar la brecha o abandonar la empresa, y cuando ordené el asalto estaba cierto de que perderíamos nuestros mejores oficiales y soldados…”
Carta de Lord Wellington a Lord Liverpool) (Oman Ws. Army pág. 284
Convertíase pues, y no por sistema, el sitio regular en un ataque a viva fuerza que no se inspiraba en las ideas de Coehorn, porque los procedimientos de este, como los modernos de W. Sauer tienen como idea fundamental de aplastar a la defensa bajo el fuego intenso de una artillería muy superior en número, empleada, no en demoler escarpas sino en abrumar a los defensores quebrantando sus fuerzas morales y materiales. Con fundamento encuentra J.T. Jones hondas analogías entre los procedimientos seguidos en la península y los seguidos por nuestro ejército en las guerras de Flandes; las mismas causas determinan los mismos efectos. Algo influía en la tendencia a precipitar los ataques la situación estratégica en que tenía que desarrollarse la operación, situación que imponía en ocasiones apremiantes plazos y que determinó en algunas el levantamiento precipitado del sitio.
División de las manzanas en solares P A R R A F O III División de las manzanas en solares Por lo que antes hemos dicho sobre la dirección de las calles en la nueva población, se deduce que sus edificios quedarán bien orientados y resguardados por completo de los vientos más incómodos y nocivos. Conseguida esta ventaja era además necesario distribuir la edificación en manzanas y estas en solares, de manera que no resultasen grandes masas, dejando libre acceso en las habitaciones al aire, a la luz y al calor del sol, agentes indispensables para su salubridad y saneamiento. Para satisfacer a estas condiciones y teniendo en cuenta el perímetro destinado al ensanche, nos ha parecido que lo mejor sería reunir varios edificios con espaciosos patios centrales, de modo que por lo menos quede con dos fachadas libres siendo las otras dos medianerías. En las manzanas destinadas a la clase acomodada, podrían construirse ocho casas; cuatro de ángulo con una superficie de 360 metros cuadrados ca...
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