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 OBSERVATORIO METEOROLOGICO DE IGUELDO

 

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El Cantábrico, aunque pequeño mar, que nos descubre preciosas playas, calas, acantilados, con frecuencia se agita y nos presenta su lado peligroso. Este lado peligroso, consiste en fuertes vientos, olas de gran altura (8 o 9 metros, en ocasiones más) y cubre casi en su totalidad esas playas que cuando se muestra tranquilo nos las presenta preciosas.

Cuando esto ocurre se forman grandes resacas y galernas que desde el Atlántico se arrinconan en el Golfo de Vizcaya. En muchas ocasiones, las masas de agua que arrastran a la costa producen serias inundaciones en el interior pero, cuando estos fenómenos ocurren, más o menos repentinamente, sorprende a embarcaciones lejos de puerto para resguardarse, que han salido a la pesca diaria que es como se ganan el sustento para la familia. Son innumerables los pescadores que han perdido la vida en el mar Cantábrico por estos fenómenos meteorológicos.

En los puertos de nuestras costas, recuerdan las historias que les contaron sus padres y abuelos, sobre todo la galerna del 20 de abril de 1878 que naufragaron gran parte de las embarcaciones de nuestro litoral llevándose el mar 244 victimas.

También les contaron el naufragio de la trainera de Luis Carril, volcada por una súbita ráfaga de viento huracanado el 19 de Octubre de 1892. En esta ocasión, los pescadores siniestrados permanecieron muchas horas aferrados al casco de la embarcación, hasta que nueve de ellos, uno tras otro, con pleno conocimiento de su final fueron desapareciendo en el agua, según el agotamiento y la desesperación quitaban energía a sus helados dedos, que trataban ya en vano de clavar las uñas en la madera para seguir sosteniéndose a flote.  De los trece tripulantes de la trainera de Carril solamente cuatro pudieron ser rescatados vivos. Aún no hacía dos años que esos hombres habían sido recibidos apoteósicamente en San Sebastián tras haber ganado una fabulosa regata de traineras de 10 millas de recorrido, realizado a lo largo de la costa entre Lekeitio y Guetaria a una tripulación de Ondarroa.

Más adelante daré reseña de varios periódicos de la época de estos tristes acontecimientos.

En el afán de evitar al máximo posible tantas pérdidas humanas, ya para medidos del siglo XIX,  en los institutos de enseñanza crearon algunas estaciones de observación donde se comenzó a estudiar el fenómeno meteorológico.

Independientemente de estos iniciados estudios de observación, las provincias vascas costeras iniciaron sus estudios.

Algunos personajes compartían esta afición con otras actividades. Los más eran religiosos que su única finalidad era poder pronosticar el mal tiempo a los trabajadores del mar.

Por citar algunos, el padre Ángel Rodríguez, el sacerdote Juan Miguel Orcolaga, llamado a ser años después fundador del Observatorio de Igeldo y al padre Beobide que desarrollaba sus funciones sacerdotales en Zumaya, ejerciendo de meteorólogo pronosticador “por cuenta propia”, los tres de un modo u otro tuvieron que ver con el inicio del Observatorio de Igeldo

El padre Ángel Rodríguez desde la estación instalada en el colegio de los padres Agustinos, congregación a la que pertenecía recogía algunas predicciones. Estaba subvencionada por la Diputación de Vizcaya. Dejó de funcionar cuando dicho religioso fue trasladado a Roma con el fin de que se hiciera cargo del Observatorio del Vaticano.

La Diputación de Guipuzcoa también le subvencionaba, por un acuerdo en su sesión de 5 de Abril de 1898. Además, la Diputación vizcaína tenía solicitado del gobierno de Madrid la instalación de semáforos en lo cabos Villano y Machichaco. Con el fin de avisar con tiempo de antelación la llegada de temporales del N. O., para que las embarcaciones pesqueras pudieran refugiarse en el puerto más próximo.

En San Sebastián existía en el año 1878 una estación de observación meteorológica. Se hallaba instalada en el tejado del Instituto Libre Municipal de segunda enseñanza en la calle Andía (en el edificio que más adelante ocuparon Correos y Telégrafos). Este Instituto de segunda enseñanza por una R. O. de 1880 pasó a ser el único instituto guipuzcoano con la denominación de Instituto General y Técnico de Guipuzcoa.

El encargado de las observaciones meteorológicas de ese centro fue su director Paulino Caballero, catedrático de Física y Química (el mismo que en septiembre de 1908 fue primer presidente de la recién construida Sociedad de Oceanografía de Guipuzcoa). Le sustituyó en la cátedra el año 1893 el igualmente catedrático de Física y Química José de la Peña Borreguero.

 El Instituto Central Meteorológico  de Madrid recogía la información suya propia y la de las estaciones de España y extranjero, y remitía telegramas diarios a las Capitanías de puerto y a los centros que se lo solicitasen, donde constaban la presión barométrica, clase y dirección de los vientos, lluvia caída, etc.; pero sin predicciones del tiempo, sobre todo para lugares específicos. Estos datos reunidos por el I. C. M. tenían un gran valor a efectos estadísticos para realizar estudios generales; sin embargo no les servían de gran cosa a los pescadores que en el Cantábrico tenían que desafiar a la mar.

Cierto que hubo para el Cantábrico algunas predicciones meteorológicas, por parte de una estación de observación privada: la citada de los PP. Agustinos en su colegio de Guernika.

Los datos meteorológicos recogidos por la estación de San Sebastián, además de ser remitidos al I. C. M. de Madrid  eran publicados en la prensa donostiarra generalmente a diario. Como un ejemplo de ellos vale el correspondiente al día 9 de enero de 1902, aparecido en “La Voz de Guipuzcoa”:

“El tiempo. —Las observaciones meteorológicas hechas ayer por el Observatorio de esta ciudad, son los siguientes:

Latitud geográfica, 43º - 19’00”.

Longitud al E. de Madrid, en arco. 1 – 41’30”; en tiempo, 6’46”

Altitud del Observatorio, 23 metros (la altura del tejado del Instituto General y Técnico de Guipuzcoa) —I.G.T.--

Boletín meteorológico del día de ayer:

Presión atmosférica, barómetro recogido, a las nueve, 776,64; a las quince, 770,48.

La presión atmosférica con relación a las quince de ayer, ha bajado 4 milímetros.

La presión atmosférica media en esta ciudad es de 761,8.

Temperaturas máximas: al sol, 15,2; a la sombra, 12,9

Temperaturas mínimas; a la sombra, 0,5 sobre cero; en el reflector, 1,5 sobre cero.

La temperatura media anual en esta ciudad es de 14,2 grados.

Dirección dominante del viento, S.E. y S.

Velocidad media en kilómetros diarios, 127,1.

Lluvia expresada en milímetros, 0,0”

Ahí estaban los datos para quien quisiera predecir los cambios de tiempo. Oficialmente, nadie lo hacía.

El lugar elegido para la implantación del  Observatorio Meteorológico, fue Igeldo. El  “pueblo de Igeldo” un pueblo rural cuya actividad era (y es) la agricultura.

El Observatorio de Igeldo nació el 1 de julio de 1905 al amparo de la administración provincial de Guipuzcoa.

En esas fecha se crearon varios centros meteorológicos, la mayoría a expensas de instituciones académicas o Seminarios de diversas órdenes religiosas (Granada, observatorio del Ebro, Barcelona).

En nuestro caso, no iba a ser menos la implicación del clero, aunque fue la Diputación de Guipuzcoa quien financió la ubicación y la base económica. La parte intelectual correspondió al sacerdote Juan Miguel Orcolaga Legarra, vicario de Zarauz donde consolidó su vocación y su dedicación a la meteorología. Al desarrollar su labor sacerdotal en una localidad costera le permitió conocer a pescadores que a diario salían con sus lanchas a la pesca. Por este conocimiento de los hombres del mar dedicó los  esfuerzos a estudiar las variaciones del tiempo (vientos, galernas, oleajes)  con el fin de adelantar a los pescadores la previsión del tiempo y poder evitar algunas muertes de los que tan a menudo el mar se cobraba.

Pero ya desde un emplazamiento próximo al actual, el mes de enero de 1902 con una instalación provisional y prácticamente sin medios se comenzaron algunas observaciones, muchas de ellas con éxito.

Las autoridades tanto de Guipuzcoa como de todo el Cantábrico, reconocían la ignorancia en que se hallaba la meteorología, de ahí su interés de reducir al máximo los naufragios dando pronósticos certeros.

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