HOMENAJE
A JOSE BERRUEZO CIEN AÑO DE VIDA DE SAN SEBASTIÁN (1879-1979) PRIMERA PARTE
Comentario
de dos veraneantas
PRIMERA PARTE: San
Sebastián, verano de 1879: Son las ocho de la noche; La Alameda, hasta no hace
mucho paseo del Hornabeque presenta el aspecto que describe así un cronista de
la época: “Hermosura, gala, distinción,
donaire, fina galantería, tertulias de confianza, suspiros, miradas, sonrisas,
tributos a la hermosura, culto a Cupido; de todo esto se encontraba, todo
se sucedía en agradable confusión y vello desorden en el precioso paseo de la
Alameda, iluminado a la Veneciana, presentando un cuadro de “Las mil y una noches”.
En el quiosco, la Banda
del Tercero de Artillería ataca las primeras notas de la obertura de
“Rosamunda” y en una de aquellas “tertulias de confianza”, entre miradas,
sonrisas y suspiros de la gente joven, este diálogo:
--¡Que alegría, doña
Clotilde! Otra vez por aquí…
--Si, si: Han sido dos
años de veraneo forzoso en el pueblo, pero ahora nos tomamos el desquite.
--¡La guerra, hija, la
guerra! ¿Quién nos lo iba a decir el año 72?
--Ciertamente… pero este
San Sebastián no ha cambiado en nada. Siempre igual: tan limpio, tan bonito,
tan acogedor. Como que nosotros nos contentamos con su recuerdo y no ánimos
tuvimos de ir a Santander.
--Pues a mí me picó un
poco la aventura y…
--Espere, espere un
momento, que, la Banda va a interpretar la Marcha Turca…
--¿Por cierto, donde se
hospedan ustedes?
--Donde siempre, en el
Hotel Inglés. ¿Y ustedes?
--Por no varias en la
Fonda de Madrid.
--¿Mañana nos veremos en
la Concha?
--Si, si, allí estaré
porque llevo ya el cuarto día de la novena…
La Banda del Tercero de
Artillería sigue desgranando sobre la “agradable confusión y el bello desorden
de la Alameda las notas brillantes de Mozart.
En el otro extremo del
paseo y bajo un farolillo a la Veneciana, un Coronel de Cazadores—altas
polainas charoladas, brandeburgos, charreteras y chacó—mientras atusa sus
patillas de boca de hacha, expresión de su fervor alfonsino, recuerda los
recientes episodios de la guerra.
--Tenaz y firme este
pueblo de San Sebastián, mi querido amigo.
--¡Si señor! Como que en los días del sitio hasta cantaba
coplillas alusivas a las bombas carlistas. Igual que en Cádiz cuando la
francesada.
--Han sido tres años de
prueba, de sufrimientos, de sacrificio…
--¡Y de heroísmo! Pero
ya ve, mi Coronel, aquí todo está como si no hubiera pasado nada. No podemos
decir que San Sebastián renace porque jamás, ni en las más duras jornadas dejó
de vivir. Y mucho menos de pensar que era la mejor playa española.
--En efecto, y a la
vista está el resultado; once mil forasteros hemos venido éste verano a la
Bella Easo. Lo acabo de leer en la estadística que publica “El Urumea”.
--Parece imposible que
podamos tener todos acomodo.
--Un poquito justo. Pero
en fin. San Sebastián es San Sebastián…
Un silencio sepulcral
“como pocas veces se observa entre las multitud”—como testimoniara al día
siguiente la prensa local—se hizo entre los cientos de veraneantes reunidos en
la Alameda. Era que los sesenta maestros cantores del Orfeón Easonense iban a
actuar por vez primera en público guiados por la batuta del maestro Sarriegui…
Las últimas notas del
“Contzesirentzat” se pierden entre las altas frondas del paseo y una salva de
aplausos premia la labor insuperable de los cantantes donostiarras.
--¡Estas son voces, mi
Coronel y no las de la Compañía Italiana del circo…!
Junto al escritorio de
Don José Arana la peña de los taurófilos, comenta las incidencias de la corrida
del día anterior.
--¡Mala tarde
“Salvaor”!.
Y frascuelo asiente
porque lo contrario sería mentir, máxime cuando las caras del Badillo, del
Colita y de Agujetas acusan la pasada tormenta.
--¡Aquel maldito
“Caballero”!
--Lástima de toro;
porque como carnes las tenía y cuernos y nervios y bravura.
Sonríe Don José poniendo
de manifiesto el muestrario de marfil de su famosa dentadura.
--Mañana te sacas la
espina.
--Si, luego que se
gasten las chuflillas en la prensa. Mire usted que decir eso de que di más
pases que franchutes había en la plaza y que sufrí más desarmes que los que ha
tenido la Milicia Nacional…
--¡Con “Dio” señores…!
“””””””””””””””””””””””””””
Hay un revuelo de
gentes, voces y miradas; entra un grupo de admiradores de Julián Gayarre, el
gran tenor roncalés, marcha hacia el Hotel de Londres donde esta noche le
obsequian con una cena. A los postres ofrecerá el regalo de su voz cantando el
“Spirito gentile” del cuarto acto de “Favorita”…
Y habrá tema para
hilvanar al día siguiente cien conversaciones bajo otras tantas sombrillas en
la fina arena de la Concha, mientras en el puerto la chiquillería estará en su
gloria viendo las cucañas y la caza de patos, regalos que el municipio ofrece a
los veraneantes para animación de la que comienza a ser la “Semana Grande”
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San Sebastián, recién
salido de los horrores de una guerra civil, durante la cual permaneció aislado
del resto de España se rehace de manera pasmosa y reivindica sus derechos a ser
la primera playa peninsular. Las escenas precedentes, que no pasarían
inadvertidas a los redactores de la prensa donostiarra, inspiraron,
seguramente, al editorialista del “Diario
de San Sebastián” estos atinados comentarios, certera visión de la realidad
easonense que pese a los cien años transcurridos conserva jugosa actualidad.
“Hay pues motivos para congratularse de lo que va siendo la
temporada de 1879. Debe infundir ánimos a la digna Corporación Municipal para
completar en breve plazo las mejoras indispensables para poner a San Sebastián
al abrigo de toda rivalidad.
Es muy posible que dentro de cuatro años los puertos
asturianos y gallegos se hallen en comunicación férrea con Madrid y provincias
de España. No creemos que San Sebastián tenga nada que temer de esos nuevos
competidores, pues amén de otras muchas circunstancias debidas a la energía de
sus habitantes, hay dos; su playa y la situación geográfica que ocupa que la
favorece muy por encima de todas sus rivales.
Prueba terminante de ello fue, que sin embargo de quedarse
San Sebastián aislado durante tres años
de guerra, del resto de España y teniendo Santander por decirlo así el
privilegio exclusivo de recibir a los forasteros en tan larga época, acabó la
guerra en marzo de 1876 y pocos meses después acudían a San Sebastián 57.000
personas ratificando su preferencia sobre otros puntos de baños:
Para sentar sobre base indestructible su ya especial
situación, deben terminarse el Palacio de la Plaza de Guipuzcoa y el Parque de
Alderdi-Eder y levantar en el sitio destinado un magnífico casino”
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