ACTA DE 27 DE OCTUBRE DE 1813
INFORMACION SOBRE LA CONDUCTA OBSERVADA
POR LAS TROPAS
ALIADAS
EL DIA DEL ASALTO, EN SU NOCHE Y DIAS SUCESIVOS
PRIMERA PARTE
Considerando El Ayuntamiento que aunque son
de notoriedad pública el incendio y destrucción de esta Ciudad y sus atroces
circunstancias, es muy conveniente justificar en forma todos los hechos y
particularidades para apoyar en caso necesario con documentos auténticos cuanto
se asiente en los recursos que se dirijan a nuestro Gobierno y Británico,
acordó comisionar al Sr. Síndico D. Antonio Arruabarrena para que ante el Juez
de 1ª instancia ofrezca y de información de testigos al tenor del
interrogatorio siguiente:
1º Que conducta observaron y que género de
violencias y atrocidades cometieron las tropas aliadas con los vecinos de San
Sebastián el día del asalto en su noche y días sucesivos.
2º Cuantas y cuales personas han sudo
muertas y heridas.
3º Cuando
se notó por primera vez el incendio y quien lo causó, esto es, si fueron los
enemigos o los aliados los que incendiaron.
4º A que casas se vio dar fuego, por quienes,
en qué día, de qué modo y con que combustible.
5º Si alguno de los aliados impidió
en alguna casa apagar el fuego.
6º Si se cometieron dentro de la Ciudad
y a su salida algunas violencias y robos a los tres, cuatro y ocho días después
de la rendición del castillo.
7º Si los franceses tiraron sobre la Ciudad
algunas bombas, granadas o proyectiles incendiarios desde que se retiraron al
castillo.
8º Cuantas casas son las que se han
libertado del incendio y en qué paraje de la Ciudad.
9º Si
han sido pasados por las armas o ahorcados algunos individuos de la tropas
inglesas por los excesos cometidos en la Plaza de San Sebastián.
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Y en atención a que la mayor parte de los
vecinos que han de declarar se halla dispersada por varios pueblos de la
Provincia, pida tres o cuatro despachos dirigidos a las Justicias para que al
mismo tiempo se de la información en varias parte. Considerando que el señor Síndico
no puede atender por si solo a estas diligencias, se nombra a los Sres. D. José
María Leizaur y D. Joaquín Gregorio de Goicoa para que el primero en Tolosa y
sus inmediaciones y segundo en Pasajes y pueblos cercanos hagan la presentación
del despacho y de los testigos.
Declaración de D. José Testigo nº 1—Al primero
dijo: Que se hallaba dentro de la Ciudad
Mª de Estibans, Oficial al tiempo del asalto y por tanto vio
que luego que entraron las tropas
Encargado de la Admon. aliadas, empezaron a derribar las
puertas de de las casas que estaban
De Correos de esta plaza cerradas tirando a un mismo tiempo
seis ocho o más tiros a las
cerraduras, haciéndolas saltar de este modo y en seguida subieron a las
habitaciones, mortificaban a todo aquel que no descubriese cuanto dinero se les
figuraba a ellos podía haber escondido,
pues antes de echar mano de cuanto contenía una casa se apoderaban de las
personas para obligarles a que diesen dinero. Algunos infelices que dieron poco
porque no tenían, fueron maltratados a culatazos, pinchadas con las puntas de
las bayonetas sin hacerles graves heridas recibiendo este trato de aquellos
soldados que se presentaban con aire más sereno y pacifico, pues que otros más
coléricos e inhumanos saludaron con balazos a los que les abrieron las puertas,
haciendo lo mismo con los que hallaron en las habitaciones siendo uno de los
muertos de este modo Bernardo Campos que cuidaba en la Plaza Nueva de una casa
correspondiente a D. Manuel de Arambarri que estaba a cargo del deponente,
habiendo a la mujer de dicho Campos atravesado el brazo de un bayonetazo que al
mismo testigo un soldado portugués le disparó un tiro a quema ropa porque tardó
un corto momento en subir desde media escalera a su habitación a donde le
gritaban ocho o diez que le tenían cercado subiese a dar dinero: que algunos
oficiales le sacaron de pronto de este peligro pero luego le dejaron y apenas
notaron los soldados la salida de los oficiales, volvieron a romper la puerta
en cuyo apuro salió al balcón a implorar el auxilio de un oficial y estando
hablando con uno que pasaba por la calle le dispararon otro tiro desde el balcón
de enfrente que era la misma casa donde fue muerto el citado Campos cuya mujer
huyó herida y desde entonces quedaron dueños de la casa algunos soldados
ingleses y portugueses que a la vista del cadáver de Campos muerto por ellos
mismos estaban sentados en la sala despachando alguna botellas de aguardiente y
disparando tiros desde el balcón a donde se les antojaba. Que lo mismo que
experimentó el testigo sucedía en todas las vecindades con más o menos
barbarie.
Que al anochecer de este día treinta y uno
de Agosto tuvo que abandonar la casa y refugiarse con su madre, hermanas y otras varias
familias a otra donde llevaron para su custodia a un oficial joven sujeto de
excelentes sentimientos el cual, a pesar de su firmeza estuvo a pique de ser
muerto por unos portugueses en la casa del testigo. Que desde que cayeron las
sombras de la noche por momentos fue en aumento el desenfreno de los soldados
quienes con la continuación de hacer mal y beber mucho se transformaron en
brutos feroces. En consecuencia la noche fue horrorosa; no se oían más que
gritos y exclamaciones dolorosas de varias personas acongojadas que sufrían las
mayores crueldades. Que notó en su vecindad por la parte del patio que después de
haber sido robada, maltratada y violada el ama de la panadería llamada
Francisca de Bengoechea continuaban a las dos y media de la mañana azotando a
la criada mujer casada de cuarenta y cinco años para que descubriese el dinero
escondido o secreto que no había: que en todas las demás casas de la plaza y
sus alrededores se oían lastimosos ayes, lloros y chillidos de mujeres que
imploraban el auxilio de los vecinos inmediatos a quienes llamaban con sus
nombres para que las libertasen de las manos de los soldados que las hacían
sufrir un martirio continuo hasta el extremo de violarlas, golpeándolas
enseguida y herido o dado muerte a algunas después de saciar su brutal lascivia
como lo hicieron con una muchacha en casa del comerciante Eceiza y en el zaguán
de la casa de Cardon con tres jóvenes que fueron arrojadas a la Bodega después de
violadas y en ella han sido consumidas por las llamas.
Que la mañana siguiente, primero de Septiembre
la mayor parte del vecindario despavorida y fuera de si con las muertes,
heridas, saqueos y ultrajes que habían sufrido la noche anterior, pidió
licencia para salir por medio de los Alcaldes y enseguida salió el deponente
con su familia a eso del mediodía y con él casi todos los vecinos, todos
aturdidos, alelados, muchos descalzos, otros medio desnudos, muchísimos y aún
mujeres heridas y golpeadas, algunas madres a quienes faltaba su hijo e hijos a
quienes faltaban sus padres. Que al testigo y más vecinos ha asombrado mucho
más este mal trato de los que llamaban ser libertadores y los esperaban como a
tales, al ver el distinto y diferente que han dado a sus enemigos franceses, a
quienes no solo se les vio dar cuartel cogidos en las calles con las armas en
la mano, sino ser recibidos por ingleses y portugueses entre los brazos y con
las mayores demostraciones de confraternidad y benevolencia.
Al 2º: dijo: que las personas muertas y
heridas que han llegado a su noticia son a saber: D. Domingo de Goicoechea
Presbítero Beneficiado muerto de un balazo por haber salido a la ventana a
vitorear a las tropas aliadas. D. José Miguel Magra hombre muy anciano fue
tirado de un balcón: José Larrañaga, asesinado teniendo en los brazos a un hijo
suyo de tierna edad después de haberle quitado seis onzas de oro y bebido una
pipa de aguardiente: Felipe Plazaola; el Maestro ensamblador; Martín Altuna,
porque quiso estorbar el mal trato que daban a una hija suya; un niño que expiró
sobre este mismo sujeto hijo de un pescador de la casa de enfrente y se refugió
a la de Altuna con su madre; José Jeanora; Bernardo Campos; Vicente Oyamarte; D.ª
Javiera Artola; la criada de Lafont, la mujer del practicante de cirugía D.
Manuel Biquendi; las personas heridas de que es noticioso son Pedro Cipitria,
Juan Navarro y Felipe Ventura de Moro que han muerto a resultas y últimamente
ha muerto también a resultas de una herida Ignacio Galarza; que otros muchos
mueren todos los días a resultas de los golpes, sustos y maltrato que
recibieron y de la miseria en que han quedado de que podría informar bien el
Médico titular D. José Domingo Zubicoeta y las viudas de Juan Navarro y José
Larrañaga que han quedado con cuatro hijos cada una.
Al 3º: dijo: que no se notó fuego en ninguna parte
de la Ciudad hasta el anochecer del día en que entraron las tropas aliadas y
entonces hacia la calle Mayor de donde vio el deponente venían las chispas que
a las tres de la mañana de primero de Septiembre llegó a casa del declarante
Ventura de Ecenarro vecina de esta Ciudad a acogerse en ella la cual le dijo
que dejaba ardiendo su casa y preguntado por donde tomó el fuego le respondió
que los ingleses la tardeada del día anterior había incendiado la casa de la
viuda de Echeverría llamada Soto y que siendo la de la Ventura la tercera, se
había comunicado allí el fuego el cual era imposible atajar por el mal trato
que daban los ingleses y portugueses a cuantas personas cogían y por el gran
riesgo a que se exponía cualquiera de
tanto balazo como disparaban sin dirección, tino ni necesidad y que ella se
libró caso por milagro. Que después estuvo el testigo con D. ª Bárbara Urbieta
habitante a la casa contigua a la primera incendiada y también con D. Joaquín
Soto, quienes aseguraron que vieron a los aliados pegar fuego a dicha casa de
Soto: que le consta también que los ingleses pusieron fuego a la casa nº 6 de
la Plaza Nueva conocida con el nombre de la Naypera, aplicando el fuego por el
almacén de atrás de la casa que está situada en la calle de Juan de Bilbao
donde había algunos retazos de cartón y por aquella casa se comunicó el fuego a
toda una acera de la Plaza nueva y de dicha calle de Juan de Bilbao.
Al 4º: dijo: que se remite a lo que
ha contestado al capítulo precedente, añadiendo que según tiene entendido
incendiaron los aliados de varios modos; pero el medio más general era el de
unos cucuruchos de cartón que los llenaban de un líquido color azufre, los que
aplicados, ya en los almacenes, ya en las escaleras o en cualquiera de las
habitaciones despedían una llamas de color azul, que se propagaba con una
celeridad increíble.
Al 5º: dijo: que ignoraba su contenido.
Al 6º: dijo: que a los infelices
habitantes que salieron de la Ciudad el primero y dos de Septiembre, le
registraban fuera de la Plaza en todas partes, hasta llegar al Convento de
Antiguo y aún más allá: que al declarante le registraron varias veces y muy
cerca del Convento del Antiguo quitaron a D. Juan Antonio de Arruabarrena ocho
onzas de oro que en una bolsita de tabaco llevaba, habiendo perdido todo lo demás;
que el saqueo duró siete días continuos, entrando a robar a la Plaza los
soldados de todos los campamentos inmediatos, los asistentes y criados de los
oficiales y hasta los muleteros de la Brigadas sin que se pudiese orden en
ninguno de estos días, al mismo tiempo que si algunos vecinos lograban sacar
algún fardo que otro, eran despojados a la salida de la Plaza por los soldados.
Que hallándose a los tres días después del asalto en el atrio de la parroquia
extramural del Antiguo en compañía del Vicario D. Martín de Echeverría, vio en
manos de un soldado portugués, el copón de la parroquia de San Vidente y un
viril y el resto de la custodia despedazada y como en la parroquia de San
Vicente y en dicho copón se encerraban las sagradas formas para comulgar a los
sanos y suministrar el Vicario a los enfermos, infiérase lo que harían de su
sagrado contenido.
Al 7º: dijo: que los franceses desde
que retiraron al Castillo no dispararon sobre el cuerpo de la Ciudad, ni el
primer día ni los siguientes, granada, bomba ni otra cosa que pudiese incendiar.
Al 8º: dijo: que no ha visto imponer
a los aliados que entraron en esta Plaza por los excesos cometidos en ella, ni
oído se haya impuesto otro castigo que el de unos azotes que dieron a un inglés
en la Plaza Vieja y una paliza a un portugués en el atrio de la parroquia de
San Vicente.
Al 9º: dijo: que las casas que se
han salvado del incendio serán de cuarenta y cinco a cincuenta y fuera de diez
a doce casucas pegantes a la muralla las demás y las mejores que forman una
hilera entera están situadas al extremo de la Ciudad y al pie y a raíz del
castillo. Todo lo cual declaró por cierto bajo juramento prestado y en ello después
de leído se afirmó, ratificó y firmó después de su merced, manifestando ser de
edad de treinta y ocho años y en fe de todo firmé yo el
Escribano.—Iturbe,--José Mª de Estibans –Ante mí José Elías de Legarda.
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