LA PUERTA ABIERTA (cuento)
El señor Andrés Ramírez sufría una crisis nerviosa y decidió ir a pasar, en un lugar tranquilo, unas vacaciones donde su hermana había vivido un tiempo y mantenía una pequeña casita que le cuidaba una vecina del pueblo.
Su hermana le recomendó que tratase de hacer amistad con los vecinos. Hay una Sociedad donde acuden casi todos los vecinos. Es muy buena gente y te recibirán con agrado. Si no lo haces, ya sé qué te pasará: te quedarás encerrado en casa, no hablarás con nadie y no mejorarán tus nervios, todo lo contrario empeorarán.
El señor Ramírez le hizo caso a su hermana y al día siguiente marchó al pequeño pueblo (Canal del RíoTer) y al día siguiente de su llegada, por la tarde, fue a la Sociedad que su hermana le había recomendado: Esperaba que los presentes en la Sociedad le tratasen con simpatía como le había comentado su hermana. Tenía que ver si cenaría allí o en la fonda del rectorado.
Ninguno de los presentes se le acercó para saludarle. Le dio la sensación de que les importaba muy poco que hubiera ido un forastero.
Pasada media hora, cuando ya estaba dispuesto a abandonar la Sociedad, se le acercó un hombre de unos 60 años pidiéndole si se podía sentar en su mesa, el Sr. Ramírez le dijo que estaría encantado que le hiciese compañía.
--Me llamo Martín Ruiz, he nacido en este pequeño pueblo “Canal del Rio Ter” y en él pienso morir, tengo todo lo que necesito, así que para qué ir a otro lugar. ¿Y a usted que le trae por aquí?
--He venido por recomendación de mi hermana, que estuvo aquí hace ya cuatro o cinco años. Mi problema son los nervios, necesito tranquilidad durante algún tiempo. El psiquiatra me dijo que si pasaba una temporada tranquilo no necesitaba medicación alguna, y así con estas recomendaciones aquí estoy.
--Si es tranquilidad lo que necesita aquí la tendrá de sobra, incluso algún día podrá aburrirse, pero solo al principio, en cuanto se haga a las costumbres del pueblo ya se entretendrá, y llevará una vida saludable, le dijo el señor Martín.
--¿Conoce a alguien aquí?—le preguntó este al cabo de un rato sin conversación.
--No conozco a nadie—reconoció el señor Ramírez--. Mi hermana estuvo aquí, en la casa cercana a la rectoría, como le he dicha hace unos cuatro años, y me ha escrito algunas cartas de presentación para que pueda conocer a algunas personas.
Y añadió para justificarse:
--Es por eso que he venido a esta Sociedad, pero no sé por dónde empezar.
--Entonces, ¿Usted no sabe nada del pueblo? –preguntó el señor Martín
--Solo se su nombre y dirección—dijo el señor Ramírez.
--La gran tragedia del pueblo ocurrió hoy hace tres años. Por eso su hermana no debía saber nada-
--¿Que tragedia?—preguntó enseguida el señor Ramírez--. Era difícil de imaginar que en un lugar tan tranquilo como aquel hubiera ocurrido una tragedia.
Entonces, el señor Martín le señaló a través de una ventana la torre de una pequeña iglesia—Cuando pase delante de ella se preguntará por qué tenemos siempre la puerta abierta, ¿verdad? Si estamos ya en octubre y al anochecer puede refrescar.
--Bueno como este otoño hace bueno… Pero ¿qué quiere decir? ¿Esta puerta tiene algo que ver con la tragedia?
Entonces el señor Martín le explicó la historia.
--Hace tres años, un día, el párroco y sus dos hermanos salieron de caza y hay muchos en el pueblo que esperan que aparecerán con sus escopetas, cualquier día los veremos entrar otra vez por esa puerta, como hacían siempre: acompañados de su perro, un spaniel marrón que también desapareció. Por ese motivo, dejamos la puerta abierta cada noche.
--¿Usted también espera que volverán después de tanto tiempo?
--¿Sabe qué? Hay anocheceres como hoy, tan tranquilos, que me viene una sensación espeluznante y me parece que los tres cazadores volverán a entrar por esa puerta…
El señor Ramírez se quedó un tanto perplejo. Si habían desaparecido ya hace tres años, ¿cómo es posible que los habitantes de “Canal del Río Ter” esperen que aparezcan vivos?
--Me ha contado una historia muy interesante, durante la conversación que hemos tenido, gracias por haberme acompañado. También esperaré a ver si aparecen los tres cazadores y su perro. He tenido mucho gusto en hablar con usted, señor Martín, ahora me retiro pero mañana volveré y veremos que ha ocurrido.
--Espero que se haya entretenido con lo que le he contado—le dijo el señor Martín--. Si desea mañana le iré contando más historias del pueblo que tiene mucha.
--Sí, he estado muy entretenido y mañana nos veremos otra vez. —le contestó el señor Ramírez.
Al salir de la Sociedad pasó por delante de la iglesia, que estaba con la puerta abierta, y se quedó mirando desde fuera el interior de la iglesia, pero como no se veía bien pues estaba oscureciendo, subió las pocas escaleras y se introdujo en ella. Una vez dentro observó que la iglesia estaba limpia pero no tenía ningún santo a quien rezar, pues estaba totalmente vacía, solo en el altar había un crucifijo y en un lateral un pequeño armario, (parecía de plata), donde se supone estaban las sagradas formas.
“Le tendré que preguntar al señor Martín si celebran misas y quien la mantiene tan limpia”.
Paró en la casa del Rectorado, donde también era mesón “Mesón del Rectorado” se llamaba el pequeño bar que había en un lateral de la casa, que por cierto era toda de piedra, daba la sensación que antiguamente fue palacio de algún Señor “amo” del pueblo. Aquí vivía el párroco, por lo tanto pensó que cenaría bien, siempre se ha pensado que donde comen los curas se come bien.
Al retirarse a casa, ya decidido a acostarse, pensaba en la conversación que había tenido con el señor Martín. No entendía como todo un pueblo podía esperar la vuelta de unos cazadores que hacía tres años salieron y todavía no han vuelto.
Puso la radio para enterarse de alguna noticia, pues no tenía televisión, si la quería ver tenía que ser en la Sociedad o el bar.
Por la radio local “Radio Ter” se enteró que el Barcelona había ganado un partido de futbol, pero no entendió el nombre del contrario, debía ser extranjero. También dieron noticias de bolsa y política, y como ninguna de las dos cosas le interesaba decidió apagar la radio y acostarse.
Durante algún tiempo siguió pensando en la conversación con el señor Martín, pero logró dormir sin sobresalto alguno.
Al día siguiente, después de desayunar, dio un paseo por el pueblo, que no tardó mucho tiempo en recorrerlo, pero tenía unos campos muy extensos donde se veía el trabajo de los campesinos. Mientras paseaba se cruzó con algunos que habían recogido fruta y hortalizas y las llevaban a una furgoneta. Decidió acercarse al conductor de la furgoneta y le preguntó donde llevaba lo que cargaba, le respondió que a “Mentell” pueblo que está a diez kilómetros, y de allí traigo pan, medicinas prensa, etc. que me encargan estos vecinos.
Tras el almuerzo y reposar en la casa una hora, volvió a la Sociedad. Ya estaba el señor Martín esperándole con otros vecinos.
--Buenas tardes, señor Ramírez, le esperaba con estos señores que le voy a presentar--.
Formuladas las presentaciones comenzamos una conversación de banalidades, pero conforme pasaba el tiempo la conversación fue haciéndose más interesante, generalmente eran comentarios de televisión, y me di cuenta que el pueblo estaba interesado en cuanto ocurría en la capital y en el resto del país. Así fueron transcurriendo los días y yo me encontraba mucho mejor y más tranquilo, que era de lo que se trataba.
Pero un buen día, estando en la Sociedad, repentinamente comenzaron a sonar las campanas de la iglesia. Todos los que estábamos nos miramos unos a otros sin comprender como podía ser si el párroco no estaba. ¿Quizá había vuelto?
Salimos todos de la Sociedad, la tarde era muy avanzada, casi ya anochecida. Una vez fuera vimos que la iglesia estaba anormalmente iluminada. Nunca había tenido tanta luz, según me dijeron, pues eran pocas las lámparas que la iluminaban con normalidad. Todos vimos a través de las ventanas, como unas sombras de personas, pero de gran envergadura se movían dentro de la iglesia. Nos fuimos acercando muy lentamente hasta llegar ante la puerta. Las sombras ya no rondaban por la iglesia.
Subimos las escaleras y, una vez dentro vimos con horror cuatro cadáveres, tres personas y un perro. Los vecinos de inmediato se dieron cuenta quienes eran. El párroco, sus hermanos y el perro spaniel.
Nadie se atrevió a tocarlos. El Alcalde y el alguacil trataban de aclarar a quien debían avisar. El alcalde, más sensato que el alguacil, decisión llamar a la policía desde su despacho, ya que solo había dos teléfonos en el pueblo, uno en el “Mesón del Rectorado” y otro en el despacho del alcalde.
A media noche acudió la policía con una ambulancia. Se llevaron los cadáveres para hacerles la autopsia y el perro fue enterrado en el campo a las afueras del pueblo.
En el transcurso de una semana, que tardó la policía en dar respuesta al alcalde, todo el pueblo no habló de otra cosa que el misterio de los muertos en la iglesia de San Antonio, bajo cuya advocación estaba.
Nunca se supo que significaron las sombras que todos los habitantes del pueblo vieron antes de entrar en la iglesia, así como la excesiva iluminación que había.
En el suelo de la iglesia de San Antonio, quedaron marcadas las figuras de los tres cuerpos de las personas y también la del perro.
Después de esto el Sr. Ramírez regresó a su casa y le contó a su hermana la historia de principio a fin. No fueron más a “Canal del Río Ter”
San Sebastián/Donostia, 12 de marzo 2021
José María Goikoetxea Anabitarte
División de las manzanas en solares P A R R A F O III División de las manzanas en solares Por lo que antes hemos dicho sobre la dirección de las calles en la nueva población, se deduce que sus edificios quedarán bien orientados y resguardados por completo de los vientos más incómodos y nocivos. Conseguida esta ventaja era además necesario distribuir la edificación en manzanas y estas en solares, de manera que no resultasen grandes masas, dejando libre acceso en las habitaciones al aire, a la luz y al calor del sol, agentes indispensables para su salubridad y saneamiento. Para satisfacer a estas condiciones y teniendo en cuenta el perímetro destinado al ensanche, nos ha parecido que lo mejor sería reunir varios edificios con espaciosos patios centrales, de modo que por lo menos quede con dos fachadas libres siendo las otras dos medianerías. En las manzanas destinadas a la clase acomodada, podrían construirse ocho casas; cuatro de ángulo con una superficie de 360 metros cuadrados ca...
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