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HISTORIA DEL PALACIO MIRAMAR - PRIMERA PARTE En esta historia, está tomada del historiador Miguel Sagües, quien a su vez se ha servido de varios medios de información por él indicados: Creyendo puede ser de interés general la incluyo en este blog. Siro Alkain Jesús Arozamena Mª del C. Rodríguez Sorondo Artxibo Municipal de San Sebastián José Luis Álvarez Emparanza “Txillardegui” Prensa: La Voz de Guipuzcoa-1890-1893… Registro de la Propiedad ¿?? Introducción. Por Miguel Sagües En el presente trabajo pretendo realizar una historia documentada del Palacio de Miramar. Partiendo del momento en que la ciudad se reconstruye a mediados del siglo XIX y elige una orientación turística, sigo paso a paso los primeros intentos de ubicar San Sebastián en una residencia de verano para el Jefe del Estado, en un primer momento, y para la familia real en la etapa definitiva. Una vez elegida la situación dentro de la ciudad, veremos las dificultades que hubo de superar hasta poder construir el actual Palacio Miramar. Termino en trabajo resumiendo vicisitudes por las que pasó la propiedad como tal de la finca y del propio palacio. He procurado documentar en todo momento mis afirmaciones, basándome, casi exclusivamente en las siguientes fuentes documentales: los archivos municipales de San Sebastián (AMSS), el Registro de la Propiedad de esta misma ciudad y la prensa de la época. Sobre el Palacio Miramar había algunas informaciones sueltas, no siempre concordantes. Igualmente había varias interrogantes para las cuales he procurado buscar respuestas documentadas. Espero que este trabajo pueda servir como base para otros posteriores con los que podamos, entre todos, conocer mejor el Palacio Miramar, uno de los edificios más significativos de nuestra ciudad. San Sebastián, ciudad turística. A lo largo del siglo XIX, y más concretamente en su segunda mitad, tuvo lugar en San Sebastián una serie de acontecimientos que influyeron notablemente en su desarrollo como ciudad turística. Cuando en 1845 llegaron por primera vez la joven reina Isabel II con sus 15 años para cumplir las prescripciones facultativas de dos semanas de baños en la Concha, se estaba dando el primer paso. Había terminado la primera guerra carlista y empezaban a aparecer los primeros veraneantes madrileños por la playa donostiarra. Entre ellos se encontraba el Infante D. Sebastián (1), al que veremos como uno de los propietarios de los terrenos que habría de ocupar el Palacio Miramar. (1) ALCAIN, Siro, “Iruchulozar, Donosti berri”, librería de la Vda. De Hernando, Madrid. 1896, p.96 Según Jesús Arozamena, el año 1850 había en San Sebastián 1.000 veraneante, cifra apreciable si tenemos en cuenta que el mismo autor nos dice que ese mismo año la ciudad contaba con 10.000 habitantes (2). Sin embargo había también serias dificultades para que San Sebastián pudiera competir en un futuro con otros centros de turismo veraniego. En primer lugar, estaba mal comunicada: se encontraba fuera de la carretera principal que unía a Madrid con la frontera. Este primer obstáculo se salvó cuando el 1 de junio de 1847 se inauguraba la carretera de Andoain a Ventas de Irún, pasando por el centro de la ciudad, es decir, por lo que hoy es Miraconcha y la Avenida de la Libertad. Hasta ese momento la carretera general iba de Hernani a Astigarraga y de allí directamente a Oyarzun sin pasar por San Sebastián. Los viajeros que querían llegar hasta San Sebastián, debían abandonar la diligencia en Astigarraga y continuar el viaje por medios no excesivamente cómodos ni rápidos: desde Astigarraga “las expediciones se hacían en canoas por el Urumea, a pie o en artolas” (3). Cuando se construyó la carretera hasta San Sebastián desaparecieron este tipo de “expediciones”. A pesar de todo, seguía siendo sumamente dificultoso para los veraneantes llegar a nuestra ciudad. Para apreciarlo, téngase en cuenta, por ejemplo, que el viaje desde Madrid había que hacerlo en una de las tres diligencias de otras tantas compañías que recorrían las 83 leguas en más de 50 horas, solo parando para comer y cambiar las caballerías; salían de Madrid todos los días, entre las 4 y las 5 de la madrugada, compitiendo en velocidad las diligencias de las tres compañías, “Norte y Mediodía de España”, “Diligencias Peninsulares” y “Victoria” (4). Después de comer el primer día en Cabanillas de la Sierra y el segundo en Miranda, al amanecer del tercer día llegaban a las puertas de San Sebastián. Si aún era temprano y las puertas estaban cerradas cuando la diligencia llegaba a San Sebastián, tenían que alojarse en alguna de las posadas del Barrio de San Martín. No era un viaje muy atractivo como para que el turismo donostiarra se desarrollara florecientemente. Téngase en cuanta, además, que en cada diligencia podían viajar un máximo de 17 personas y las comodidades eran mínimas. Las diligencias eran arrastradas por un tiro de 14 caballerías, conducido por un mayoral y una zagal, llamado “delantero” o “postillón”, que debía realizar todo el recorrido montado sobre el primer caballo izquierdo del tiro, sobre el cual debía incluso dormir. “Aún vive, y vendiendo fósforos en la esquina de la calle Greda y de Jovellanos, un anciano que perdió las piernas siendo delantero de las diligencias Peninsulares hace 40 años (5) nos dice un cronista de la época. Quienes disponían de caballerías propias, realizarían el viaje en sus propios carruajes pero no en menos horas. Por todo ello, además de la desviación de la carretera general hasta la ciudad, el segundo gran paso que facilitó el desarrollo del turismo donostiarra fue la inauguración de la Estación del Ferrocarril el 15 de agosto de 1864. A partir de ese momento, las condiciones del trasporte mejoraron en comodidad y rapidez (2) AROZAMENA, Jesús, “San Sebastián. Excursión escolar por el ayer y el anteayer de nuestro pueblo” Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián. San Sebastián, 1964, p. 107. (3) ALCAIN, Siro op. Cit. P. 97. “artolas”. Conjunto de dos asientos y dos remos. (4) Sobre estos viajes véase ALCAIN, Siro, “Iruchulo zar, Donosti Berri”. Librería de la Vda. De Hernando, Madrid 1896, pp96 y ss., y MUGICA, Serapio, artículo en Euskalerriaren alde, 1917, tomo VII, pp274 y ss. (5) Ángel Muro, artículo en ALCAIN, Siro “Iruchulo zar Donosti Berri”. Durante muchos años, y con ayuda del personal de la estación, el Ayuntamiento llevó una rigurosa contabilidad de llegadas y salidas de viajeros de la ciudad, que le permitía observar la evolución del turismo en la localidad y adoptar las medidas oportunas para fomentarlo. El acercamiento del ferrocarril a la ciudad está integrado en el proyecto diseñado por el arquitecto Cortázar que obtuvo el primer premio en el concurso convocado por el Ayuntamiento para desarrollar el ensanche de la ciudad tras el derribo de las murallas autorizado por R.O. del 22 de Abril de 1863. El proyecto de Cortázar fue ejecutado con algunas variantes durante los últimos 30 años del siglo XIX. Aunque el mencionado proyecto tuvo que ajustarse a las bases establecidas por el Ayuntamiento en su convocatoria, sí aportó el arquitecto su concepción de la ciudad de tal manera que, al adjudicársele el primer premio el 27 de Agosto de 1864, “San Sebastián comenzaba a definirse ya como una ciudad de verano y no solo como una población mercantil” (6). El veraneo real en San Sebastián Finalmente, el tercer elemento que contribuyó al desarrollo del turismo veraniego donostiarra, fue el hecho de convertirse todos los años y durante dos largos meses, en residencia de los reyes de España. La llegada de la corte tenía lugar a mediados del mes de Julio y su marcha bien entrado el mes de Septiembre. Eran dos meses durante los cuales San Sebastián ocupaba grandes espacio en las principales revistas “de actualidad” europeas de la época, estableciéndose un auténtico proceso desarrollístico para la ciudad que culminó durante los años de la guerra europea del 14. Dejando a un lado la primera estancia de la joven reina Isabel II que hemos visto anteriormente y alguna esporádica visita posterior de la misma reina, el veraneo de la familia real de un modo continuado comienza tras la muerte de Alfonso XII, más concretamente el año 1887. Ese año y los cinco años siguientes, la reina María Cristina y su familia veranean en el Palacio de Ayete, invitadas por su dueña, la duquesa viuda de Bailén. Y este año 1887, que podemos considerar como el primero del veraneo real, es también el comienzo de la historia del Palacio de Miramar. El 18 de Mayo de 1887, reunido el Ayuntamiento en sesión ordinaria, fue leído un escrito dirigido a la Corporación por D. Ignacio Rojo Arias, en nombre de los propietarios de los terrenos de la margen izquierda del río Urumea, que tenía como nombre “la Amara” o simplemente “Amara”. En éste escrito (7) se hace una propuesta concreta al Ayuntamiento de la ciudad, con el fin de ofrecer al Jefe del Estado una residencia veraniega en San Sebastián. Por lo que se deduce del desarrollo de la reunión municipal, ésta es una idea que rondaba ya hacía años en la ciudad y que había sido tratada por la anterior corporación. La propuesta que hacen los propietarios de Amara consiste en lo siguiente: están dispuestos a ceder gratuitamente 1.406 m2 de terreno de su propiedad en la manzana número 62 si el Ayuntamiento cede las manzanas F y G que totalizan 3.000 m2 y construye un Palacio, Hotel o Chalet “que sea y se declare propiedad del Jefe del Estado”. (6) RODRIGUEZ SORONDO, Mª del C. “Arquitectura pública en la ciudad de San Sebastián”, Sociedad Guipuzcoana de Ediciones y Publicaciones, San Sebastián. (7) AMSS (Archivo Municipal de San Sebastián), Sec. E, neg. 1, libro 2035, exp. 9, folios 8 y ss. No niega el Sr. Rojo que tal propuesta responda a un interés de los propietarios de la zona de Amara, pero también aporta las razones por las que es de interés igualmente de toda la ciudad: sin el subsuelo de Bilbao, sin el puerto de Santander, sin el comercio e industria de Barcelona, la fuente de riqueza de San Sebastián está en lo saludable de su clima y sus baños así como en la belleza de su entorno natural. De hecho son ya muchos los veraneantes que invaden la ciudad “hasta el punto de tener las autoridades que adoptar la medida extrema de prohibir de noche el cierre de cafés y otros grandes establecimientos públicos para que pudieran pasarla en ellos los que no cabían en los hoteles y hospederías de la ciudad ni en el gran número de edificios y caserías que la circundan” (8) Ante esta propuesta, y después de varias intervenciones de los concejales, se decide formar una comisión que la estudie detenidamente. El informe que redacte la Comisión insistirá en que la idea no es nueva: es necesario “sostener honrosa y desapasionada competencia con las primeras poblaciones balnearias del extranjero …/… Consecuencia de esta idea fue el que se solicitase al Gobierno de la nación se le cediera el monte Urgull con el propósito de enclavar en su parte más amena la referida construcción (una residencia de verano para el Jefe del Estado), dejando para edificaciones particulares las estribaciones y pliegues del mismo, cuya pintoresca situación induciría a la colonia veraniega a llenarlo de villas y chalets que harían del hoy inservible castillo un punto de residencia envidiable y envidiado” (9). Respecto al ofrecimiento en concreto, la comisión juzga que el emplazamiento no es el más idónea, tanto por lo reducido de la finca resultante como por estar rodeada de las calles y casas que han de formar el futuro ensanche. La Corporación hace suyos estos criterios de la Comisión aprobándolos por unanimidad y comunica su decisión al Sr. Rojo Arias al día siguiente, 26 de Mayo. No se hace esperar la respuesta del representante de los propietarios de Amara y con fecha 28 de Mayo envía un largo escrito al Ayuntamiento (10). La mayor parte del mismo está destinada a aclarar su posición respecto a un asunto ajeno a nuestro estudio (11). Termina D. Ignacio Rojo Arias reiterando su propuesta con una ligera variante: mantienen los propietarios su oferta de 1.406 m2 si la residencia veraniega del Jefe del Estado se construye en Amara en cualquier manzana que el Ayuntamiento determine. Justifica esta insistencia y su largo escrito manifestando su deseo de que la ciudad sepa, si fracasa el asunto, de quien son las responsabilidades. En su reunión de 1 de Junio (12), el Ayuntamiento estudia el último escrito del Sr. Rojo y tras diversas consideraciones sobre la inconveniencia de Amara para el Palacio del Jefe del Estado, la Corporación vuelve a expresar su esperanza de que el Gobierno termine por avenirse a alguna fórmula que permita recuperar el monte Urgull si sabe que se trata de ofrecer en él una residencia al Jefe del Estado. Termina la reunión encomendando a la Comisión antes formada que examine el nuevo escrito del Sr. Rojo. (8) ibid. (9) loc. Cit. Folios 9 y 10 (10 Loc. Cit. Folio 15. (11) Desde 1809, fecha en que el Ayuntamiento vendió los terrenos de Amara en pública subasta, los propietarios de los mismos mantuvieron una constante y continua discusión con el Ayuntamiento sobre los límites y destinos de las distintas propiedades. Este largo litigio terminó el día 20 de Abril del año en curso 1887 con un acuerdo entre las partes. (12) loc. Cit. Folio 28. La Comisión emite su informe reiterando lo dicho hasta el momento, informe que será aprobado por la Corporación en su reunión de 18 de Junio (13). Sin embargo, no serán estos dos emplazamientos, Urgull y Amara los únicos que se contemplen antes de llegar al definitivo. Como hemos visto antes (14), llega el verano de este 1887 y la familia real es invitada por la Condesa Bailén a pasar el verano en su palacio de Ayete, invitación que es aceptada por la reina María Cristina. Ante este hecho, el Alcalde de la Ciudad D. Gil Larrauri convoca a los concejales a unas sesión privada el día 31 de Agosto (15), en la que les pregunta si creen conveniente que haga algunas gestiones ante la Duquesa de Bailén para ver en que condiciones podría el Ayuntamiento comprar el palacio de Ayete para ofrecérselo a la reina como residencia habitual de verano. La respuesta de los concejales es unánime y afirmativa. A los pocos días, el 3 de Septiembre (16), convoca de nuevo el Alcalde una sesión privada con los concejales y les informa de las gestiones realizadas, como fruto de las cuales el día anterior había recibido la respuesta de D. Julián Echagüe, en nombre de la duquesa: únicamente teniendo en cuenta el fin que se pretende accedería la duquesa a hablar de la venta de la finca por la mucha estima en que la tiene. Para fijar el precio de la misma aporta los datos siguientes: -- la finca fue adquirida por su marido el duque de Bailén a los Sres. De Hernaiz y Saleses, figurando en el último inventario del duque por un valor de 730.000 ptas. más 80.000 en concepto de los muebles -- fallecido el duque, en la testamentaría del 30 de Diciembre de 1882 figura el Palacio con valor de 505.000 ptas. más 60.000 en concepto de muebles. -- desde esa fecha se ha enriquecido el palacio, tanto por las obras realizadas en el edificio como por los muebles adquiridos en los últimos años. Teniendo en cuenta estas cifras y su destino futuro, “se hallaría dispuesta, como haciendo un sacrificio, a cederlo a esta Corporación por la cantidad de 500.000 ptas. (17). El Ayuntamiento estudia la propuesta. Se crea una Comisión al efecto. Hay que armonizar el interés de la ciudad y aspectos de carácter legal, pues tal compra debe ser autorizada por el Ministerio de la Gobernación. Y por aquí fracasa la operación al negar tal permiso el mencionado Ministerio. Ante este contratiempo, el alcalde recuerda haber oído a la reina alabar las vistas que se contemplaban desde una finca del Conde de Moriana. Elige como intermediario al General Arteche y le propone, en el mes de Octubre del mismo 1887,que presente a la reina su ofrecimiento: el Ayuntamiento compraría esos terrenos y se los regalaría a la reina (18). Muy rápida y eficaz debió ser la gestión del general Arteche quien pronto contestó al alcalde comunicándole la respuesta de la reina: “que en efecto le gusta mucho la situación de ese terreno y que lo adquiera con la condición sin embargo de que comprado por Vd. Y sin que pudiera traslucirse su destino lo pagara Ella (sic) pues agradeciendo sobremanera el ofrecimiento no puede aceptarlo por el sacrificio que reportaría para esa ciudad” (19) (17) Loc. Cit. (18) AMSS, Sección E neg. 1, libro 2042, exp. 1 (19) Ibid. La reina pedía discreción al alcalde en sus gestiones en la compra de los terrenos. Y así debió ser, pues ocho meses después, en la sesión municipal del 18 de julio de 1888, el alcalde dice a los concejales que, puesto que la reina ya ha comprado los terrenos al Conde de Moriana, “puedo salir de la reserva en que me había encerrado por espacio de tanto tiempo para referir a vds. lo sucedido en el particular” (20). Y pasa a informarles de sus gestiones desde el otoño anterior. Es aprobada por unanimidad la gestión del alcalde y comienza a desplegarse desde ese momento una gran actividad con un objetivo bien claro: que la reina cuente con un palacio de su gusto en los terrenos por ella elegidos, a causa del gran beneficio que reportaría a la ciudad: “le daría mucha vida atrayendo a ella los capitales, ganando como es consiguiente, los terrenos, la propiedad, las fondas, cafés, así como toda clase de establecimientos”(21). (20) AMSS, libro de Actas. 18 de julio de 1888, punto 23, folio 95 (21) AMSS, libro de Actas, 18 de julio de 1888, punto 23, folio 95. Sería interesante conocer qué diría Pío Baroja ante esta razonamiento.

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