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    OTRA CRONICA DE SIRO ALCAIN



                   >>EL CUBO<<, TEATRO Y CAFÉ

 

Érase lo que se llamaba el Cubo un torreón o fortaleza de forma puntiaguda o saliente, de las que se construían antiguamente para las defensa de las murallas, y hoy se conocen con el nombre de baluartes. Su interior lo formaba una gran bóveda; en ella hallábase el único teatro de San Sebastián, y el café sin nombre de Vidente Orti, más bien conocido por el de la Facunda; ambos centros de reunión no proporcionaban grandes comodidades, pero eran aceptables en aquellos tiempos. Entrábase al teatro por el café referido; bajando cinco gradas, dábase ingreso a la sala del teatro; constituían aquella doce palcos principales, más uno mayor en el centro, del Ayuntamiento; encima de estos el llamado gallinero, y debajo las barandillas; las lunetas, que hoy se titulan butacas, eran de madera sin forro. Iluminaba el teatro una lucerna con quinqués de aceite, y velas de sebo los pasillos; máximamente podría mantener 300 personas. El escenario, adecuado al teatro, era reducido; tenía bonitas decoraciones, sobre todo ingenioso-económicas; al toque de un silbato hacíanse la metamorfosis del salón en bosque y viceversa, bajando o subiendo la mitad de las decoraciones por medio de un bramante.

Las compañías que actuaban eran las llamadas de la legua; un solo actor conocimos que se hizo popular, y era el de carácter jocoso llamado Banobio.

La señora Facunda, tenía el servicio del café bastante regular, pero muy acreditada por la especialidad de sus helados, sobre todo en mantecados, que en ciertos días de gran solemnidad no podía dar abasto a los pedidos de las casas que deseaban saborear la delicadeza de aquellas especiales confecciones, con el agregado de los ricos bizcochos acanelados de la confitería de la andre Nicolasa, conocida por la Rubia.

 

EN OTRA CRONICA NOS DICE

EL CAFÉ VIEJO

En antiguo y único teatro que existía en el interior del Cubo Imperial y del que ocupo en el artículo anterior, se inauguró el 6 de abril de 1828. No se encuentra noticia de la fecha de la apertura del Café Viejo, que debe ser muy antigua y daba entrada al teatro.

Mi amigo D. Miguel Otolaza, entusiasta partidario de todo cuanto se refiere al antiguo Iruchulo, le dedicó un romance que copiamos a continuación.

En ti, Café Viejo, encuentro

un no se que de bondad, de alegría,

de franqueza, de dicha y de

bienestar, así que si yendo a verte

me preguntan ¿Dónde vas?

contesto al punto (y no miento):

--Al paraíso terrenal.

Aunque mil años viviera- yo no podría olvidar que has sido el rincón más grato de todo San Sebastián; y nadie que haya llegado en tu recinto a gozar tantas noches placenteras, tantos días de solaz como tú a tus parroquianos proporcionabas, será tan ingrato que se olvide del Café Viejo jamás.

Ya no existes: ya mis ojos a verte no volverán, ¡y daría yo por verte cuanto yo pudiera dar! Es verdad que en ti no había mesas de mármol, ni gas, ni banquetas, ni divanes, ni camareros con frac, ni esas lunas venecianas de tamaño colosal en que pudiera mirarse entero el mismo Goliat.

(El objeto más precioso que se veía en ti brillar, era si mal no me acuerdo, una araña de cristal, cuyas velas se encendían en tal cual festividad.) Pero sin tantos adornos con que han dado en presentar  los cafés nuevos ahora un viso de…novedad, tú Café Viejo, reunías más atractivos quizá que todos los cafés juntos en ningún tiempo tendrán. En ti solo se encontraba la particularidad de que si fresco en verano acostumbrabas estar, en invierno brindabas con un calorcillo tal, que no es mucho que acudiese la gente a ti con afán.

Tus exquisitos sorbetes ponderaban a cual más todos los que lo probaban por su buena calidad. Tus licores eran finos: tu leche helada, sin par: y ¡oh Café! Hasta tus barquillos eran de un gusto especial.

Por lo adecuado al objeto, sin segundo en la ciudad era aquel cuarto en que tantos jugaban en santa paz, seguros de que ninguno les iría a molestar, y a sota medio duro o la pesetilla al as.

Si es tu teatro, jurara que en lo bonito no habrá otro que ni por asomo se le pueda comparar. ¿Y que diré del agrado, de aquella amabilidad de tus dueñas, que en el pueblo era casi proverbial?

¡Tus dueñas! ¡Oh! Con justicia se les debiera llamar enfermeras del alma y cuerpo que consuelo de vida dan.

……………………….

--Buenas noches, Don Fulano. –Muy felices. --¿Cómo va? –De salud, señora, bien, pero de pesetas mal. –La salud es lo primero: poco importa lo demás. –Sin embargo yo quisiera…--¿Dinero? Ya lo tendrá. --¿Yo dinero? –Con el tiempo…--En todo tiempo y lugar seré lo que siempre he sido y lo que soy--¿Qué?—Un Adán. Pero…--No hay pero que valga. Usted no me negará que el que nace para ochavo no puede a cuarto llegar. –No hago caso a refranes. —Pues es cierto este refrán. ¡Oh! Lo se por experiencia: es mi suerte tan tenaz, tan enemiga…por dicha espero pronto acabar con esta vida, y entonces…--¡Válgame la Trinidad! ¡Que pensamientos más negros!---Tengo un humor infernal: he jugado y he perdido—Otro día ganará. –Yo no puedo ganar nunca. –El remedio es no jugar. –Lo se de sobra. –No hay otro mejor ni más eficaz. –Luego a millares me asedian, otras penas que darán conmigo al traste…--¿Amorcillos, como si lo viera, eh?--¡Ah! – ¿Suspira uste? ¡Pues me gusta! Solo le falta llorar.

Me ha despedido la novia. --¿Y eso es tan terrible mal para que así se lamente? Más ánimo, ¡voto va! Que lo que sobra en el mundo son mujeres. –Es verdad, pues sin mi Elisa las otras para mí de sobra están: se lo juro por mi nombre. --¡Chico más original! ¿Y que le digo yo ahora? ¿Es tan rara esa beldad que, faltando ella ninguna otra le puede agradar? ¡Vaya un capricho!


—Su cara no pasa de ser… tal cual, pero su talle es esbelto y airoso como el que más. Sus ojos son dos luceros. Y su mirada es capaz de volver tarumba a un hombre no siendo mazapán. ¿Y su voz? ¿Y sus modales? ¿Y su trato? ¿Y su bondad? Es sin duda la niña más bella y angelical...

--¿Esa joven vive acaso en la calle Embeltrán?—Si señor. --¿No es muy gruesa y bajita su mamá?—En cambio el padre es muy flaco y largo como un varal. –Los conozco. --¿Si?—Sabía que usté suele frecuentas esa casa… Pues amigo, sin ser yo muy perspicaz en estas cosas, afirmo que esta lejos de ser tan bella como usté la pinta Elisa. En primer lugar es muy cargada de espaldas; su boca es descomunal; su nariz es semejante a la del orangután, sus orejas…

--Por piedad, no prosiga usté, sospecho que me voy a desmayar. — (¡Lástima!... me proponía curarle… otra vez será).

--Me siento débil… --No hay cosa para la debilidad como unas magras, poniendo al estómago un puntal… --Sí pero estoy irritado… --Pues un vasito de agraz. –Tengo un mareo… --¿Mareo? Entonces es regular que sea asiento, una taza de  se te lo quitará, si prefiere usté la tila o manzanilla la harán en un santiamén.

--El caso es que no se que tomar. –Pues es preciso hacer algo para que se alivie. — Ya empiezo a sentir alivio. —Hombre, ¡que casualidad! –No es broma…--Me felicito, estoy ya bueno. Si Blas tráeme…  ahora quisiera una cosa estomacal… --Diga usté lo que le apetece. –Media copa de coñac. –Volando.

--Doña Fulana, creo que me sentará mejor un dulce con bizcochos o chocolate con pan, pero, no… me da un vahído…--¿Se quiere usted acostar? En la cama de Vicente puede con comodidad echar un sueño.—Me allano. Vamos, pues. Vamos allá. –Con dos horas que usté duerma se quita ese malestar.

…………………………………………..

Lo dicho, Café, reunías más atractivos quizá que todos los cafés juntos en ningún tiempo tendrán. Por eso encuentro del mundo la cosa más natural que los jóvenes y viejos y los de mediana edad, te dieran preferencia sobre todos los demás. Ya no existes, y es mi pena no volverte a visitar, porque en tu centro olvidaba a toda humanidad.

 

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