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SAN SEBASTIAN ABIERTA A LA CARRETERA REAL 1828—1847

IDEA Y TEXTO: Fermín Muñoz Echabeguren (autorizado)



PREAMBULO

 

SITUACIÓN INICIAL:

 

San Sebastián fue en su origen una fundación de tipo comercial, sin duda. Así la fundó un Rey navarro, Sancho El Sabio, con fines de tráfico con Bayona; pero un tráfico que había de ser no por tierra sino por mar.

Pero es que antes de ser puerto comercial, San Sebastián había sido un Castillo: uno de tantos castillos que defendían la costa guipuzcoana contra las incursiones de los piratas – precisamente los piratas normandos que se refugiaban en Bayona-. Fue en el siglo XII (1150—1190) cuando el Rey Sabio de Navarra fundó al pie del Castillo ancestral la Villa con destino comercial marítimo, pero sin perder por eso su carácter militar, que se lo exigía no solo su carácter anterior, sino también la defensa de la nueva Villa con su comercio contra los posibles piratas, hasta que estos quedaron anulados, andando el tiempo.

 

Ahora bien, este carácter militar, de plaza fuerte, ha influido sin duda en el terreno de los caminos para cierto muy significativo aislamiento en que ha vivido hasta tiempos muy recientes nuestra plaza de San Sebastián. Aislamiento sistemático y calculado para permanecer al margen de las vías por tierra que hacen fácil el acceso del enemigo para los casos de guerra e invasiones. San Sebastián ha sido típicamente un reducto guerrero en la historia de Guipuzcoa.

Un reducto de no fácil acceso calculadamente.

 

Tal era, a grandes rasgos, la situación de San Sebastián en lo relativo a vías de comunicación. Como plaza militar – al igual de Fuenterrabía – estaba tradicionalmente al margen de las arterias principales de comunicación por tierra, aún después que a mediados del siglo XVIII se proyectaron, en sustitución de las antiguas calzadas, lo que hoy llamamos “carreteras”, que en aquel tiempo se empezaron a crear para el paso de las galeras y las diligencias con destino a Madrid; las carreteras se planearon sin tocar en San Sebastián, de Irún por Oyarzun a Astigarraga y Hernani y Urnieta y Andoain, etc.

 

Este significativo y calculado aislamiento, sin embargo, no quiere decir que San Sebastián estuviese en aquellos siglos incomunicada, ni mucho menos; incomunicada no, pero sí al margen del camino directo más frecuentado de Irún, Hernani, etc.

 

Aun antes de que San Sebastián, plaza comercial, empezase a existir, la tierra donostiarra tuvo un cordón que la unía por un lado con Hernani.

Además estaba atravesada por una ruta antiquísima comercial y de peregrinación, la ruta llamada “de Costa”, conocida con este nombre en los estudios de las Peregrinaciones Santiaguistas.


Esta interesante ruta pasaba por las tierras de San Sebastián aún antes de que la Villa donostiarra existiese y accedía (tomamos los nombres actuales) por Miracruz a pasar el Urumea por Santa Catalina y salía por Aldapeta y Goiko Galtzada para bajar a Zapatari y allí hacer la travesía de la bahía del Antiguo por Portuetxe, para luego por en medio de Arratzain y Mendizorrotz pasar a Orio.

 

Por razón de ser un Lazareto, la iglesia de San Sebastián El Antiguo se fundó un tanto ‟al margen de las vías de comunicación”, al margen concretamente de la principal ruta guipuzcoana de Peregrinación. Así lo pedía, por razón de higiene pública, el carácter inicial de aquella Fundación de los Reyes de Navarra que la hicieron con carácter de Hospital de infecciosos o Lazareto, bajo la advocación del Santo Hospitalario San Sebastián. Ahora bien, este aislamiento era relativo nada más; la Fundación y todo el territorio donostiarra estaba al margen de la Calzada principal de Peregrinación; pero, con todo, otra calzada, no tan principal pero muy importante también, nos conectaba con aquella principal en Hernani. Esta calzada de conexión, era la hoy conocida por Goiko Galtzada. Calzada de data prehistórica, sin duda, que, andando el tiempo, viene a ser como el cordón umbilical que secularmente une a la Ciudad con la ruta de Peregrinación Irún-Santiago de Compostela y luego con la comercial Irún-Madrid.

 

Este relativo aislamiento del territorio donostiarra se prolongó aún después secularmente hasta el siglo XIX. No solo las rutas de Peregrinación, sino los posteriores Caminos Reales entre Irún y Madrid, hasta el siglo XIX pasaban también de largo por Oyarzun, Astigarraga y Hernani sin tocar en San Sebastián que quedaba al margen, aparte otras razones, por razones de carácter militar. San Sebastián con su Castillo de la Mota llegó a ser una Plaza Fuerte cuyos accesos para casos de guerra e invasiones, interesaba más conservar en cierto aislamiento. La constante tradicional de San Sebastián hasta el siglo XIX ha sido de cierto relativo aislamiento.

 

Fue a mediados del siglo XVIII cuando en Guipuzcoa se planearon nuevos trazados de vías de comunicación, ya no en plan de calzada sino de carreteras para coches diligencias, carreteras que al principio se planearon igualmente sin tocar San Sebastián; pero tuvo un ramal que luego se tendería de Astigarraga a la Ciudad por el valle de Loyola, ya no por las tradicional hasta entonces de Goiko Galtzada. Fue mucho más tarde cuando se completó aquel trazado con el de San Sebastián, Rentería, Irún;  Y más tarde aún (en 1845) cuando se redondeó este trazado con el trazo San Sebastián Andoain, a través de Añorga, Lasarte, Oria, dejando ya de lado al que hasta entonces había sido trazado principal de Hernani, Astigarraga, Oyarzun. Ahora bien, aquella secular falta de comunicación donostiarra, era muy relativa; únicamente en relación con la vía principal, pero eso sí, con una espléndida vía de conectación, como era la Goiko Galtzada, con varias vías más (…) Desde luego desde entonces la ruta de Goiko Galtzada forma parte de una ruta prehistórica, --tan prehistórica como la principal de Irún—Hernani—y ruta que luego en el itinerario de Peregrinación había de ser conocida bajo el nombre de “ruta marítima” o “ de costa”

 


Hemos dejado al caminante –peregrino o comerciante—en la orilla donostiarra, después de pasar el Urumea en barca, concretamente en un punto que, muy luego, como hoy, se llamaría de San Martín o de Santa Catalina, Santo el San Martín que con San Sebastián y la Magdalena y San Antón, comparte la odisea del peregrino.

De San Martín ¿a dónde se dirigirá ahora?

Desde luego, si era después de la fundación de San Sebastián Plaza, años 1150—1190, a alguno le interesaría entrar dentro del recinto amurallado donostiarra; pero si era antes, se dirigiría calzada delante de Aldapeta, Goiko Galtzada, Ayete-arriba.

Si desde aquel punto quería acceder al Antiguo lo haría por la playa

 

Hay que tener en cuenta que típicamente las calzadas antiguas apenas han cruzado un río, inmediatamente toman monte arriba. Porque las carreteras actuales van por los valles, paralelamente al curso de los ríos; pero en el régimen de las calzadas antiguas no era así sino que ellas iban de cima en cima o por las altas laderas. Era ley. Esto supuesto, era preciso que la calzada y el caminante por ella, después de San Martín, soslayando la playa de la Concha—por donde además no había camino sino un arenal—tomase para Ayete por lo que hoy llamamos Aldapeta

 

Ya tenemos al caminante en los altos del actual Ayete, donde muy oportunamente para el devoto peregrino hay una ermita de un venerado Cristo—el Cristo de Ayete,-- que con el de la Mota y el de Lezo, completan el tríptico de cruces que justifican la por lo demás misteriosa denominación de “Miracruz” allá sobre Herrera.

Desde los altos de Ayete, podrá ya optar por seguir la ruta de Goiko Galtzada hasta Hernani para allí incorporarse a la ruta de la Guipuzcoa central  que por San Adrián conecte a través de Álava con las rutas que venían de Navarra. Pero podía interesarle igualmente la ruta marítima—Mendizorrotz, Orio --   Tendría que bajar desde el alto de Ayete, desde Goiko Galtzada al barrio del Antiguo, para tomar la barca que le pasara a la orilla opuesta. Teniendo en cuenta que en aquellos tiempos el piso del Antiguo era un verdadero pequeño brazo de mar desde la playa de Ondarreta hacia la casa Portuetxe de signo marítimo.

 

Por su parte, Pascual Madoz señalaba en 1850. “Hace poco tiempo podría decirse que el único camino de San Sebastián era el que arrancaba de la Ciudad, se unía a la carretera general de la Villa de Hernani, camino abierto en el último tercio del siglo XVIII, no consultando consideraciones de interés público, puesto que en lugar de las muchas y rápidas cuestas que tiene esta vía, hubiera podido ser llana, dirigiéndose por el hermoso valle de Loyola.

 

Reconocíase pues, en San Sebastián, a medida que el siglo XIX avanzaba, la necesidad de una nueva comunicación y así fue a mediados del año 1833 se formó el proyecto de dirigir la carretera de Andoain a Irún por Lasarte, San Sebastián y Rentería, consiguiendo el doble objeto de atravesar una población tan importante y de comercio activo y de evitar grandes cuestas que tiene el camino que hoy podemos llamar viejo por Urnieta, Hernani, Astigarraga y Oyarzun.


 

Era a no dudarlo, atrevido el pensamiento, ya que las dificultades que presentaba la travesía de la bahía de Pasajes, ya también por la oposición que naturalmente debía suscitar un proyecto que bien a pesar de los que lo concibieron, lastimaba intereses de determinadas localidades. Pero no desmayaron las personas comprometidas en la realización de esta empresa.

 

Un hito importante en la historia de las comunicaciones donostiarras, fue la construcción entre los años 1768 y 1777. Del ramal del camino de San Sebastián Hernani por Oriamendi, conectando de esta forma la Ciudad con el camino real de Álava a Francia.

 

José Antonio Rodríguez Ranz, en su historia de las vías de comunicación en Guipuzcoa informa. “Desde el último tercio del siglo XVIII el territorio guipuzcoano contaba ya con una arteria viaria de primer orden: la carretera general de coches. Su construcción a expensas de la Provincia había significado un verdadero hito en la microhistoria de nuestras comunicaciones. Desde el confín de Álava en Arlabán hasta el puente de Behobia, el “camino padre” no solo sirvió para mejorar sustancialmente las comunicaciones interprovinciales  y reforzar vínculos entre los propios municipios del camino; también para revalidar las condiciones geoestratégicas de un territorio, nexo histórico de unión entre la Provincia y Europa y referente básico en el eje Madrid—Bayona.

 

A partir de la puesta en funcionamiento de esta carretera general y hasta prácticamente los años de la primera guerra carlista (1833—1839), dos fueron los criterios básicos que inspiraron la construcción de nuevas carreteras en la Provincia: la conexión de los núcleos urbanos de la costa y del interior con la nueva arteria principal y la mejora de las comunicaciones con las provincias limítrofes. Varios municipios promovieron carreteras ramales que permitieran la conexión con la carretera general.

San Sebastián y Hernani también promovieron una nueva carretera que unió ambos municipios a través del paraje de Oriamendi. En este caso, la nueva carretera vino a paliar el “apartheid” viario de una ciudad y un puerto que había quedado al margen de la nueva carretera general que en el tramo Andoain--  Irún, discurría por Urnieta, Astigarraga y Oyarzun y no por San Sebastián.

 

Serapio Múgica puntualiza. Ante la amenaza constante de las invasiones francesas, Guipuzcoa tuvo cuidado de que no se abrieran caminos en la comarca fronteriza. Y estas precauciones se extremaban todavía más por los habitantes de las plazas militares, que tenían gran interés en entorpecer la marcha de las tropas enemigas, haciendo difícil el acceso de estos a las cercanías del recinto amurallado.

Por eso San Sebastián en tiempos antiguos contaba con muy escasos medios de comunicaciones; y a pesar de su importancia, al abrir la primera carretera provincial de Salinas a Irún por el año 1780, quedó la actual capital aislada de aquella vía que por Astigarraga se dirige a Oyarzun.

El primer camino de alguna importancia que tuvo San Sebastián fue el de Oriamendi a Hernani, abierto por el año 1776, a costa de las dos poblaciones interesadas.

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